¿Una broma, un tesoro de verdad? El caso del presunto tesoro escondido en la zona del coro de la iglesia de Santo Domingo de Guzmán ha tocado a su fin después de que el párroco Feliciano Fernández Sousa haya asegurado que, en secreto de confesión, unos miembros de un coro, que no ha querido determinar, le comunicaron ser los autores del escrito encontrado el pasado viernes por los componentes de grupo Manguara, que había acudido a la iglesia para cantar en una boda.
La iglesia da el caso por concluido con esta confesión y con el acta notarial en la que se da fe de que habiéndose buscado en la zona del coro el pretendido tesoro, éste no apareció por lado alguno. El hecho de que el acta notarial tenga fecha del 13 de septiembre, este pasado martes, y la nota apareciera el viernes ha dado lugar a todo tipo de fabulaciones en la localidad de Lepe, muchos de cuyos habitantes siguen creyendo la versión más rocambolesca: la de que alguien, en plena Guerra Civil, decidió esconder una fortuna en la zona del coro de la iglesia.
Pero la realidad es otra. El párroco Feliciano Fernández ha asegurado que en secreto de confesión unos miembros de un coro le contaron este pasado miércoles como fueron ellos los que escondieron la nota hace un año aproximadamente, con la intención de gastar una broma. La nota decía: «Los rojos me persiguen. He escondido mi mayor tesoro 5 losas para la izquierda. Si muero, espero caiga en buenas manos».
La nota sí que cayó en buenas manos, las de Antonio, un miembro del grupo Manguara. Estos habían acudido a cantar a una boda el viernes y, tal como recoge el acta notarial a requerimiento del párroco, «se molestaron» en levantar una losa que había suelta. Allí esta el mensaje, en un papel corroído, con lo que la verisimilitud de lo que se decía aumentaba. El párroco asegura que el papel estaba en esas condiciones por la propia humedad y el hecho de no estar la loseta bien sujeta, con lo que le habría entrado algo de agua.
El misterio no parece ser tal, aunque todavía son muchos en Lepe los que se niegan a creer la versión oficial. El asunto se ha cerrado con algo de coste para la iglesia, por lo del acta notarial y el trabajo del albañíl que levantó el suelo, por lo que el párroco incluso llegó a pensar en la posibilidad de imponer de penitencia a los autores de la broma el coste de estos trabajos, aunque al final «visto que estaban arrepentidos de verdad», tomó la decisión de perdonar la chiquillada. Y asunto concluido… ¿por ahora?