(Texto y fotos: José Antonio Mayo Abargues) A las siete de la mañana, puntuales a la cita, llegaron a la explanada de la playa del Parador de Mazagón, lugar por el que acceden con sus vehículos hacia los diferentes puntos de pesca. Mariscadores de Huelva, El Rompido, Cartaya, Lepe y Mazagón, intercambiaban impresiones sobre el viento y la marea, antes de decidir el lugar donde calar o pinchar el rastro. Habían abandonado la playa pasadas las once de la noche, aprovechando una buena marea, y a las ocho de la mañana ya estaban otra vez en el agua. Hoy han decidido quedarse en la misma playa del Parador, ya que la noche anterior se había dado bien.
La zona de pesca de la coquina de Mazagón —Entorno de Doñana—, está comprendida entre la Torre del Oro y la playa de Las Dunas, denominada como sector 9. Mazagón es en la actualidad una de las zonas de la costa de Huelva más rica en coquina, una coquina que debería tener su denominación de origen como “Coquina de Mazagón”.
El trabajo de la coquina es duro, de mucho esfuerzo físico en el que tienen que soportar las continuas inclemencias del tiempo y las condiciones adversas del mar. Para más inri tienen que luchar en los despachos de las Administraciones contra los piratas que a diario asaltan las playas sin la correspondiente licencia para mariscar, que capturan este molusco indiscriminadamente y lo malvenden tirando los precios por tierra.
Estos mariscadores ilegales —muchos de ellos con grandes problemas económicos que se ven empujados a realizar este trabajo para poder subsistir; otros, simplemente para sacarse un sobresueldo—, llevan los mismos trajes de neopreno que los legales y usan los mismos rastros; a simple vista no hay nada que los diferencie, sin embargo, hay un detalle que los delata: Los legales faenan con el agua casi al cuello, mientras que los ilegales lo hacen poco más arriba de la rodilla para salir corriendo a la orilla cuando ven venir a la Guardia Civil, pues mientras no los cojan con las manos en la masa, a pesar de haber suficientes pruebas evidentes, no los pueden denunciar.
Otro de los problemas con los que se tienen que enfrentar estos mariscadores que cumplen rigurosamente con la normativa, son las embarcaciones ilegales que faenan con rastro remolcado a menos de cincuenta metros de la playa, esquilmando el caladero de coquinas con esta práctica agresiva que está afectando al medio de vida de los pescadores artesanales que cuentan con todos los permisos.
El daño que los bañistas hacen al sector con esas pequeñas capturas que hacen mientras disfrutan de las playas, es algo muy serio que las autoridades han de tener en cuenta, pues según sus cálculos, este furtivismo desapercibido puede llegar a capturar más de una tonelada diaria de coquinas. Los mariscadores exigen una vigilancia seria al intrusismo y que se señalicen las playas con carteles que adviertan de las sanciones que supone la práctica ilegal del marisqueo, que tanto daño está haciendo a este colectivo
Antonio Tomé García es el único mariscador de Mazagón que cuenta con licencia, aunque hay cuatro mariscadores más de Moguer con los papeles en regla que faenan en esta zona. Antonio se queja de la difícil situación que está atravesando el sector: «Los meses de marzo y abril no podemos pescar por parada biológica para la cría y engorde del molusco; a estos dos meses sin actividad y sin poder llevarnos un céntimo a nuestras casas, hay que sumarle los cierres sectoriales —que son continuos— por la presencia de toxinas, además de las paradas obligadas por los temporales». La coquina es un sector muy castigado que lucha por sobrevivir en estos tiempos tan difíciles.