Así sería, según la interpretación de J.M Franco, y a través de las lecturas de reconocidos arqueólogos y profesores de Historia Antigua, una parte de la muralla de Tejada la Vieja.
Antes de mostrarlo decir que esta imagen es recreada y, por lo tanto, no tendría que ser exactamente así, pero hay un alto porcentaje de que esta ilustración se acerque a la realidad. Por lo tanto, se pasa a describir la imagen conseguida (Photoshop) y a su consecuente explicación.
De Abajo hacia arriba: Según el catedrático José Luis Escacena, una de las muchas características especiales que tiene la muralla tartésica de Escacena es que se construyó sin ningún tipo de fosa previa, y no se hicieron apenas nivelaciones del terreno. Es decir, la muralla se adapta al suelo natural. En los lugares menos protegidos naturalmente se realizaría una muralla más alta, que es el caso de la parte de la muralla que observamos.
Lo único que perdura en la actualidad de la muralla es la parte inferior, la mampostería pétrea. El método de construcción de esta sería mediante dos hileras de piedras unidas con algún tipo de aglutinante, muy resistentes; el interior de estas dos hileras sería rellenado con restos de vasijas, arena, y otras pequeñas piedras. Este era el verdadero cimiento de la muralla, unos cimientos tan fuertes que aún perduran. Probablemente, según José Luis Escacena, la muralla de Tejada tendría una especie de banco sobresaliente a los pies de esta mampostería.
Encima de esta parte inferior, encontramos una parte menos fuerte y pétrea. Encontramos un tapial de barro o algo parecido que daría altura a la muralla. Se puede corroborar gracias a los restos de arcilla que aún perduran en el suelo de las murallas, fruto del derrumbe de este. En este tapial estarían los correspondientes vanos para emplear los defensores de la ciudad en caso de peligro. Todo lo descrito es muy probable que fuera en la realidad, ahora viene la parte más interpretativa.
Podéis observar en la foto actual de las murallas derrumbadas que hay una especie de pelotón de piedras que sobresalen de la muralla. Los expertos aún no se ponen de acuerdo sobre su estética, es decir, tenemos muy clara su función de contrafuerte, pero no se sabe si sería simplemente otro muro adosado, o por el contrario, si podría ser una torre que comunicase con el tapial y que pudiera servir igualmente para vigilancia de soldados. Yo he escogido esa opción, puesto que me parece coherente, y así lo he representado.
Y ahora viene la parte más chunga, una de las preguntas sin responder de Fernández Jurado «¿Por donde se entra?». Aún no se ha encontrado ninguna puerta de acceso. Hay dos opciones, bien como indica la arqueóloga Carmen García Sanz cuya existencia aún estaría por descubrir en una parte sin excavar de la muralla, o bien, lo que venía siendo habitual en las murallas de esa época. Lo habitual era crear las puertas de acceso arriba, en el tapial, y se accedería a ellas mediante rampas cuya retirada fuera fácil en momentos de peligro. El problema que presenta Tejada es que vivía del transporte de los minerales, y las rampas serían un poco problemáticas para la subida de las bestias. De cualquier modo, y aunque me hubiera gustado representar una puerta, he preferido no hacerlo porque no la probabilidad de acertar sería muy justa.
Por último, está documentado que empleaban arcilla blanca o cal para darle color a la muralla, (es más, aún existen restos) por eso pueden observar el color blanquecino de la muralla.