El pasado verano una estrella del flamenco español, hija de un gran cantaor flamenco, decidió pasar sus vacaciones en la playa de Mazagón. Un amigo que esta estrella y yo tenemos en común, le gestiona el alquiler de un chalé cercano a la playa, en una zona tranquila, frecuentada únicamente por los vecinos del lugar. Ella es una persona muy hogareña que le gusta disfrutar de su familia y que intenta pasar desapercibida en su vida cotidiana, aunque esto es algo muy difícil cuando se llega a alcanzar este grado de fama.
Mi amigo acordó un precio con el propietario del chalé, y a ella le pareció justo. Todo estaba preparado para que un mes después ocupara la vivienda y pudiera disfrutar de las maravillosas playas de Mazagón y de la paz que esta localidad ofrece a todos sus visitantes. Pero el propietario descubre poco después la identidad de esta persona, llama a mi amigo y dobla el precio del alquiler, algo totalmente injusto y descarado.
Esta voz del flamenco podía haber pagado sin ningún tipo de esfuerzo el desorbitado precio que el aprovechado propietario le pedía, pero como a nadie le gusta tirar su dinero, y mucho menos que le tomen el pelo, renunció al alquiler y decidió pasar sus vacaciones en otra playa de la costa onubense. El chalé no fue alquilado en toda la temporada. En fin…
(Texto: José Antonio Mayo Abargues)