Vaya por delante, para evitar malas interpretaciones, que no me gustan los reyes; de salida porque viven en palacios mientras algunos de sus súbditos duermen sobre cartones. También algo influyó en mí el estudio de “El Príncipe” de Maquiavelo cuando inicié ciencias políticas y más tarde en sociología. Además siempre me ha resultado extraño que a mis abuelos les arrebatasen su República y Franco nos dejase un rey como herencia.
Es difícil pasar por alto la nefasta imagen que algunos miembros de la familia real han venido plasmando en los últimos tiempos pero eso no quita que tengamos que asumir que aquí, de momento, gobierna una monarquía parlamentaria.
Tampoco me gusta el fútbol. A los seis años descubrí que en el Real Madrid, equipo de mi ciudad natal, jugaba gente que no había nacido en la capital. Aquello ya era otra cosa, era dinero puro y duro, dejaba de ser deporte y deportistas que representaban a su ciudad.
Pues bien, no comprendo a los necios que han ido al Camp Nou a pitarle al Rey en la Copa que lleva su nombre. Hay que ser lelo si no quieres ser español para participar en la Copa del Rey, oficialmente “Campeonato de España-Copa de su Majestad el Rey de Fútbol”, y ponerte a dar pitidos ofendiendo a toda una nación. “So tonto del culo”, no participes, ¿para qué quieres ser campeón y llevarte un copón de algo de lo que reniegas? ¿Cómo te vas a la fuente de Canaletas a celebrar que eres hincha del mejor equipo del país cuando no quieres pertenecer a él?
¿Por qué estáis todos locos de alegría cuando vuestros ídolos forman parte de la Selección Española y os rasgáis las vestiduras cuando meten un gol? ¿Cómo os volvisteis tarumbas cuando España ganó el mundial?
¿Qué razón hace que se soporte un abucheo improcedente en una payasada independentista y no se ordene que suspenda el partido justo en el momento que finalice el himno nacional? Seguramente la falta de autoridad y aún más los conflictos de intereses.
La cuestión resulta tan absurda como si los antitaurinos comprasen entradas para pitarle al presidente de una corrida y al final sacasen los pañuelos pidiendo orejas para los toreros.
Ya lo dijo el deficiente del pueblo, que no lo era tanto, “Aquí habemos más tontos que censaos”.
A mi humilde entender los independentistas deberían abstenerse de participar en juegos nacionales y, de paso meterse, el pito donde les quepa; solo entonces podría comprender su postura e incluso, quizás, hasta darles la razón. De momento, no.