(Texto: Juan Andivia Gómez) Quizá debiera escribir un obituario al uso, o una crítica literaria de quien navegó, sobre todo, por la poesía y nos enseñó la imagen del poeta serio, callado, tímido y profundo, pero hoy no me quedan fuerzas para hablar sino de la pérdida del amigo que, en mi adolescencia, llegó de Rociana, se unió a nuestro grupo de poetas jóvenes y compartimos lecturas, dudas y momentos.
Desde su trabajo de la Refinería, “donde la sirena parecía más hermosa que Beethoven”, mantuvo su condición de poeta auténtico, sin dejarse vencer por la monotonía y, muy pronto, mereció un puesto de honor en la literatura de Huelva como un descubrimiento primero, como un valor después y, finalmente, como el testimonio de una obra bien hecha.
Mis recuerdos están unidos a recitales y proyectos, ilusiones y amores primeros. Si la literatura pierde al escritor que se fue injustamente hace años, los amigos lloramos al hombre bueno, humilde, creador y maduro, que la enfermedad nos enajenó por capricho.
Pues sí, amigo Juan, encontrarás tú mismo otro sentido a tus versos: “Si amanece mientras caminas / da gracias a la luz por los estorninos del alba / y los juncos mojados, por los ánsares”. Quizá comiences un camino nuevo, o ninguno, porque me temo que José Hierro llevará razón: “después de tanto todo para nada”; al menos que en un verso quepa el corazón.
Aquí en Huelva, hoy, a finales de diciembre ha amanecido, sí, también en el Condado y en Doñana, pero yo sólo quiero fundirme en el dolor de Rosa y de tus hijos y recordar aquellas tantas tardes, aquellos tantos textos, con quien tanto quisimos.