El mapa se descompone, las grietas se resquebrajan y las piezas se descolocan dejando entrever un nerviosismo que se traduce en tímidas sonrisas e intercambios debajo de la mesa pasada la media noche. La compra-venta de voluntades se convierte en rutina con el horizonte electoral cada vez más próximo. El tablero es el mismo pero con intercambio de piezas. En una provincia de color rojo oscuro, un hervidero de votos socialistas, están cambiando las voluntades o eso deben pensar en el PSOE provincial. Lo podemos traducir de sus últimos movimientos que, a pesar de negarlo hasta tres veces, apuntan a una estrategia para que la Diputación provincial no se escurra entre los dedos de la organización que orquesta Mario Jiménez.
Como si del concurrido camarote de los hermanos Marx se tratase, el Partido Socialista quiere tener a buen recaudo sus opciones electorales para conservar la institución, presidida a media jornada por la candidata del PSOE a la Alcaldía de Huelva, Petronila Guerrero. No importa quién entre, de dónde venga o a qué pretenda aspirar. No hay reglas. Ya lo decía Groucho Marx, “estos son mis principios, si no le gustan tengo otros”.
En Nerva, el cambio de chaqueta y la quema del antifaz son ya motivo de renuncia de los socialistas en este consistorio después de que el actual alcalde, Domingo Domínguez, haya decidido que su militancia en el independiente Giner tiene un precio que puede asumir. El PSOE lo ha abrigado en sus filas, con un quiebro de cintura a su grupo municipal. Pero siguen sin reconocer la evidencia; la búsqueda de votos en la provincia continúa con prometedoras ofertas de palacetes y cómodos sillones de piel. No parece descabellada la idea de ver a Domínguez como diputado después del 22 de mayo.
Qué extraña melancolía. Parece ayer cuando Manuel Guerra enfiló el sendero socialista en Aracena sin titubear un ápice al dejar Izquierda Unida. Todavía escuece el cambio de acera de Esperanza Ruiz en Gibraleón. No es nuevo, el patrón se repite en esta precampaña. En La Redondela un (ex)militante del PP concurrirá a los comicios locales de la mano de Jiménez y Guerrero. En Cortelazor el que fuera candidato popular cambió de hábitos, sin más, son “cosas de la política”. Sentencia: Mario Jiménez se inquieta desde el Paseo de los Naranjos, perdón, desde la casa del pueblo.
Parece que los populares nunca han tenido tan cerca la posibilidad de hacerse con las riendas de una Diputación hasta ahora inerte, enredada en riñas pueriles y someras declaraciones de intenciones. Los socialistas se inquietan, están cuadrando las cuentas para quedarse con resto cero. Buscan peones para equilibrar la balanza; la sierra sólo les aportará un diputado; la zona costera parece inclinarse hacia la alternativa liderada por Manuel Andrés González; el Condado se divide. Es necesario, entonces, reclutar más súbditos vulnerables (no importa su atuendo anterior) aunque dejen sin bandera a la militancia de base. La veda del feudo socialista queda abierta.
Se han hecho imprescindibles los seminarios ideológicos para elevar los ánimos de la comitiva de Mario y Petronila; Valverde fue el escenario hace unas semanas. La consigna es clara; las deudas que quedan en el aire por alquileres palaciegos no deben empañar la millonaria cartelería. Los populares, con estas premisas, no deben esperar atenazados mientras ven el desfile de gigantes y cabezudos. La búsqueda de candidatos en todos los municipios de la provincia es su mayor desafío; resta poco tiempo y la infraestructura parece no llegar hasta cada bastión por conquistar.
IU y PA conservan sus opciones; los independientes lo serán hasta nuevo aviso. Después llegarán las alianzas prometidas y los pactos renegados ya que, visto está, la dignidad política y la fidelidad a los votantes forman parte de una partida de cromos. La venta se hará, antes o después. Todos ofrecerán sus bondades, sus mejores galas, sus más codiciados enseres… y dos huevos duros. En este camarote 58, un número muy grande para una habitación tan pequeña, va quedando poco espacio libre. Mejor empecemos a limpiar por el techo.