Vamos a intentar expresar lo que durante años hemos intentado potenciar, quizás a veces sin lograrlo en su totalidad, pero con toda la intencionalidad del mundo. Pensando usualmente, de forma que a estas alturas ya cansa, y dentro de un supuesto atrevimiento, formulemos los que consideramos criterios fundamentales de lo que asumimos que es la música como caso particular, y lo que es arte de manera más general.
Comencemos con lo que entendemos que no es música: emprender por el sigiloso intrusismo que azota cualquiera de las disciplinas que requieren una buena preparación y formación reglada. Podemos llegar a admitir que muchos de estos músicos se hagan a sí mismos, a base de aprendizajes autodidactas, que aprendan por tradición oral o por práctica diaria como la maquinaria de una gran industria, pero bajo ningún concepto vamos a prestarles la debida atención cuando atacan a los verdaderos profesionales porque su percepción de la música está basada en cuanto saben de los Beatles, de los Who o de los Rollings.
Cada cosa en su sitio, y si hay mucho melómano intentando jugar a tocar o cantar, primero que se formen como es debido; o por lo menos que tengan la suficiente humildad como para aprender de los que saben. De estos, lógicamente, intentamos aprender a diario, así es que nosotros, estamos excluidos – no vayan a pensar que somos unos dogmáticos y que hablamos de aprender de nosotros en cualquier caso –.
Por otro lado, hay quien utiliza la música para sus propios intereses. Aquí encontramos las estrellas del complejo, los que necesitan su momento de fama para hacer de su vida el negocio que los saque de pobre. Esto tampoco es música. Ni porque sean muy guapos o muy simpáticos: no vale todo. La música se escucha, se siente, te transporta, nos eleva a estados difíciles de conseguir con otras circunstancias… no se ve, ni tiene porque divertir, ni hace gracia. Esto es algo en lo que muchos músicos ponen la vida… como para reírse encima.
Otra de las actitudes que no hacen ningún favor a la música es la que toman algunos con sus propios compañeros. Estamos demasiado acostumbrados a escuchar las constantes faltas de respeto de determinadas personas hacia gente que trabaja duramente, pero que al no contar con su aprecio, están en su punto de mira para intentos constantes de desacreditación. Esto es como todo, pero es que se demuestra el dicho de “ni come ni deja comer” en demasiadas ocasiones. Lo que llamamos vulgarmente envidia “made in Huelva”, no porque la envidia sea así, sino porque esa gente se vulgariza de manera perniciosa.
La música es el resultado de la constante búsqueda interior de quien usa este tipo de lenguaje para expresarse. No busca más interés que poder decir lo que se siente de manera directa o abstracta pero a base de una mezcla de la duración, el ritmo que se ajusta al concepto terrenal de cuerpo y razón, y a la altura sonora, que llena el alma y es acompañada de una totalitaria colección de sensaciones, tanto para quien la interpreta como para quien la escucha.
Meternos en profundidad en la filosofía de la música conllevaría introducirnos en cuestiones altamente complejas que de seguro aclararían muchas de las ideas. Son aquellas que parecen poseer varias posibilidades pero que en realidad, solo tienen una breve lectura. Lo que ocurre que es mucho más fácil dedicarse a atacar gratuitamente solo por abanderar alguna causa para dar señales de estar, mostrando a la vez la triste e ingenua realidad de quien no se preocupa por nada.