Inmersos en un ciclón electoral que va a tasar mediante examen público la gestión de la clase política en los últimos cuatro años, es tiempo de estrategias y photocall en una primera reválida a la que tendrán que hacer frente los gobiernos locales y autonómicos -en su mayor parte- el 22 de mayo. La búsqueda de reclamos aúna pinceladas de las campañas con imágenes retocadas. Los lemas se tornan en prosa popular para mayor retención del votante. La maquinaria electoral se engrasa y las formaciones más pudientes se ramifican en todas las direcciones con la intención de comprar sin monedas la decisión electoral.

En esta pugna germinan muchos imitadores baratos de Todo a 100 que anhelan un éxito similar a sus laureados antecesores. La guerra de eslóganes es algo más que una disputa por supuestos plagios. Son los acordes que sirven de base para componer todo himno electoral; es la retícula, el eje impulsor que da forma a cada discurso, a cada intervención. Un rezo para intentar empatizar con un electorado poco proclive -en circunstancias estándares- a renunciar a su voto fiel.

Antes de la retirada de la cartelería, fruto de la reforma de la Ley electoral, ya vimos los primeros atisbos de la estrategia de los principales partidos que pugnan por la alcaldía de la capital. La apuesta del Partido Popular en precampaña se ha erigido como un guiño al sentimiento de onubensismo que a pesar del desgaste de más de 16 años se sostiene con la imagen reconvertida de la ciudad. Un canto a la emoción, al sentimiento de pertenencia, evocando la devoción -escenificada en sacros monumentos- que el candidato popular y actual alcalde, Pedro Rodríguez, profesa por su tierra, prometida y olvidada según dicen.

Pero el valor de su “Huelva en el corazón” no basta por sí mismo; el respaldo de los logros conseguidos para transformar la capital es el colchón necesario para que la fuerza de la candidatura no quede en apegos y arengas populistas. Su importancia es tal que el PP ya fue señalado hasta en dos ocasiones como bufón imitador -y parco en ideas- de eslóganes de otros tiempos y otras tierras.

Petronila Guerrero prefirió la razón, los argumentos, frente al arte efectista de los populares. El PSOE se ha decantado por presentarse como alternativa para dar “Respuestas” a las preguntas sin réplica. O lo que es lo mismo, propuestas necesarias para una ciudad ávida de cambio. Pero el raciocinio en campaña dificulta la identificación con la candidata ya que el vínculo con el votante sigue en línea recta los cauces de las emociones. Más aún cuando la imagen de Guerrero adolece de cercanía y llaneza. Una arista difícil de limar.

Esta misma liturgia ha seguido Izquierda Unida con una doble vertiente como objetivo: reforzar la imagen de partido y poner de relieve la opción potencial de otra ciudad. Implica una comparación entre lo real y lo deseable; su “Huelva mejor” supone un avance que supere el estancamiento actual; es la búsqueda de una salida a las expectativas creadas y no realizadas.

Pero, más allá de las diferencias, las tres precampañas han tenido una nota común: la comunicación positiva, el optimismo extremo buscando la convicción en sus palabras. Muy lejano de la confrontación permanente a la que nos tienen acostumbrados; muy distante del intercambio de dardos envenenados en el debate público onubense. Es tiempo de campaña, de guerras mansas. Es época de destrezas bajo cuerda y codazos en el photocall.