Bajo paños húmedos y cuerdas desanudadas, las puertas del centro penitenciario de Huelva se abrieron para dejar en libertad al etarra Troitiño después de estar a la sombra 24 irrisorios años en pago a una deuda incalculable por acabar con 22 vidas. Días después, nueva interpretación de los magistrados; la justicia caminó de espaldas y retrocedió para dictar orden de busca y captura. Tras de sí, hilos de voz clamando firmeza. Tarde, muy tarde.

Desgarra pensar en titubeos frente a los terroristas. Pero ya se han fijado como reclamo electoral. El cambio de cabeza de cartel no parece ser suficiente para voltear las encuestas a pesar de que la proclamada salida de Rodríguez Zapatero le valió al PSOE para recortar puntos en la dilatada distancia que mantenía con los populares. El primer remiendo ha ocultado de momento parte de la brecha. Queda, de cara al próximo año, la venta de una noticia tal que haga olvidar los traspiés y los continuos yerros del Gobierno que se ve sobrepasado por una crisis primero disimulada, después minimizada y ahora perseguida por los brotes verdes que aún no han florecido ni lo harán en 2012.

El número de parados enturbia la carrera presidencial; los avances sociales de la primera época de Zapatero ni se recuerdan. Sin avales, el logro potencial del fin de la banda terrorista es el último salvavidas al que intentan agarrarse los socialistas. Pero a pesar de este crispado panorama, el Presidente del Gobierno no convocará elecciones anticipadas. Orgullo, ofuscado narcisismo. La sombra de la derrota es demasiado alargada para ZP que, para ahogar las penas, contará los millones de su paga vitalicia tras ocho años en el despacho de La Moncloa.

Capaz de todo para mantenerse en el poder hasta la fecha límite, se marchará henchido de orgullo y dejará tras de sí un país espoleado, cadavérico, aturdido por la podredumbre del sistema. Curiosa la papeleta de su sucesor.

Y mientras los defenestrados se escapan, con la única herencia de paisajes de lagunas secas, el resto se hunde pagando de por vida los egos de aquellos que jugaron a gobernarnos y nos rompieron en tiras de papel.