El común de los mortales políticos, politizados u opinantes, aparecen maravillados por las palabras de Juan Carlos I respecto de que todos los españoles son iguales ante la ley. ¿Es eso algo nuevo? ¿Es descubrimiento de una nueva ley física o de otro tipo? ¿Está el monarca Borbón especialmente inspirado la Navidad de 2011 –ver y colegir-? ¿Alguien dio por hecho que lo contario es posible? Es más, ¿es estrictamente cierto lo que hacen decir al Rey en su discurso navideño?

Nunca antes la clase política se había visto tan nerviosa por la situación en la que la jefatura del Estado estaba quedando. Las informaciones sobre los negocios del yerno del Rey, Iñaki Indurgarín, han puesto en jaque la apreciación que los ciudadanos tienen de la monarquía. Además, las malas relaciones entre los miembros de la casa Real, cada vez más notorias, están demostrando que una jefatura del Estado condicionada por los usos o malos usos de sus familiares, es todo un problema. Si Iñaki de Urdangarín, siempre según las informaciones vertidas en los medios de comunicación, ha actuado mal en negocios en los que una heredera a la jefatura del Estado, la infanta Cristina, es titular corresponsable, ¿en qué lugar queda la jefatura del Estado y al socaire de qué vientos o comportamientos privados? ¿Es sostenible que la jefatura del Estado pueda depender de estas personas? ¿Está la figura del monarca sujeta a las mismas responsabilidades que el resto de los ciudadanos? Más sencillo, los monarcas españoles, ¿responden o no responden ante la ley?

La llegada del nuevo gobierno se ha notado en el discurso del rey: mejores ideas y redacción; defensa de la igualdad de los españoles ante sus responsabilidades con la justicia, aunque, exceptuando al mismo rey, resulta una obviedad. Lo lamentable es que haya que recordarlo: la misma cita indica una irregularidad. Algo más allá de lo que vemos, puede no ir bien. Como también es una anomalía, por no decir una extravagancia, que el jefe del Estado aparezca fotografiado con el del gobierno recién desautorizado por los electores y con el recién elegido por esos mismos electores. Demos por hecho el intento de representar unidad –algo así como un ‘no os preocupéis, todos os protegemos’, como si nos tratásemos de niños-, pero resulta pobrísimo desde el punto de vista democrático. Por otro lado, algún mal pensado podría ver más un intento de la monarquía de sostenerse en la representación parlamentaria que de lo contrario, como además debería ser. Los partidos políticos más comprometidos en la gobernanza del Estado han mostrado su total acuerdo con el Rey y han salido a apuntalar la figura del monarca -incluida la soberanista CiU- ¡Pues sí que lo han visto mal… ! Y a todo esto, Peñafiel diciendo que la infanta Elena habría sido una estupenda princesa de Asturias. Él sabrá por qué lo dice…