“Mi concepción del poder es que el Presidente debe ejercerlo directamente”, aseveró José Luís Rodríguez Zapatero poco antes de las elecciones de 2008. Y debe seguir pensándolo a tenor de su implacable decisión de mantener la fecha prevista para la celebración de los comicios generales, apuntalados en la primavera del próximo año. El hombre del talante, el mismo que ha pasado a ser telonero de Rubalcaba, perdón de Alfredo, ha asumido una labor callada desde hace meses. Obligado a anunciar el final de su etapa como inquilino de La Moncloa, ha sido desplazado del escenario político con vistas a recuperar un terreno perdido tras su paso, como aquel caballo de Atila.

Vapuleado por los resultados electorales, con la vergüenza arrastrada de Bildu y unas alianzas moribundas que pueden no resistir a los próximos presupuestos generales, Zapatero se niega a colgar en su puerta el cartel de traspaso. Aguantará sin adelantar las elecciones con la intención de sacar a flote las cuentas del próximo año mediante maniobras de compra-venta a viejos camaradas que se precipitan en la lejanía.

En la cara interna, su clavo ardiendo para mantenerse en el poder es un ansiado respiro económico que además sirva de resorte a Rubalcaba, aunque más bien parece un truco de magia barato para no ser recordado como aquel que se vio sobrepasado por un doliente país. La jugada podría no acabar bien; los fantasmas del rescate quizás asomen después del calentón veraniego (sofocado con cervezas sin alcohol) y tendría que convencer a José Antonio Griñán para seguir compartiendo mesa en una misma cita electoral.

Mientras ZP sigue enredado entre orgullos y herencias, la política de pactos ha abierto otra herida en el clan socialista que se ha visionado como arlequín de Izquierda Unida, su llavín de gobierno. Pero el golpe habría sido más duro sin la pleitesía de los izquierdistas que sólo en algunos reductos se han erigido como los “indignados políticos.”

Más les valdría a todos fijar el rumbo, pensar en los gobernados más que en sus ropajes como gobernantes, brindar un lunes al Sol y, como dicen en un conocido anuncio de cerveza, mirar de vez en cuando hacia el sur para no perder el norte.