(www.ambitotoros. blogspot.com) Plaza de toros de Huelva. Tercera de Colombinas. Tres cuartos largos de plaza en tarde de calor también sin apreturas. Seis toros de Núñez del Cuvillo de correcta presentación y magnífico juego. Primero, aplaudido en el arrastre, y el segundo, premiado con la vuelta al ruedo. Más complicado el resto. Se lidió un sobrero de Pereda como sexto bis.
Julián López El Juli, de Verde botella y oro y oro. Dos orejas tras aviso con cabos blancos y gran ovación tras petición.
Miguel Ángel Perera, de verde seco y oro con remates en blanco. Dos orejas y petición con ovación.
Alejandro Talavante, de malva y oro rematados en blanco. Oreja tras aviso y silencio en el sobrero.
Cartel de ensueño, una tarde de toros para disfrutar del momento, prolongado varios años en el tiempo, del ciclón El Juli, que no cesa, para empujar a Perera en esta su casa a recuperar el tono de figurón que parecía haber perdido en los últimos ocasiones que lo habíamos visto y para comprobar si Talavante nos deleitaba con una cima de su torería al natural o no resultaba posible el éxito por las cosas de los duendes. Además había razones para pensar que el ganadero Álvaro Núñez del Cuvillo venía a Huelva con el deseo íntimo de triunfar por razones que su desencuentro con José Tomás explican.
Hay ocasiones en que, como dijo Unamuno, hay que sentir el pensamiento y pensar el sentimiento. La tarde de ayer tuvo dos toros para el espectador de base, buenos, largos, con calidad y potabilidad en las embestidas, dos toros de triunfo y de marcar terrenos y cuatro toros de otra condición, pero de muchos matices para el aficionado de más interés en lo que pasa entre un hombre y un toro. Una pena de tarde de más a menos.
En el primer toro El Juli pensó el sentimiento, lo cuajó de cabo a rabo, de recibo hasta la estocada contundente como en una faena maciza cimentada con materiales de hondura. Los pies asentados en el suelo y el corazón en cada lance. Por ambos pitones se disfrutó de una faena sólida, rematadas las series con torería, rematados los pases en la cadera, la muleta siempre en su mitad por el albero. Hubo un redondo inmenso de espacio y tiempo que salió cadencioso de la cintura y la muñeca de este mandón del toreo del siglo XXI. También peleaba este El Juli, que venía con la cabeza abierta y la clavícula a la virulé, una guerra que se jugaba hoy en varios escenarios. El de Velilla hizo el paseíllo desmonterado por mor de la herida en la cabeza, pero por ilusión y ganas pareciera que debutaba en Huelva. Faena de escuela de tauromaquia que se abrochó con una estocada de libro que reventó al toro. Así se tiran los toreros machos a matar.
Tambien mató de forma magistral al cuarto de la tarde, un toro que se acabó pronto y empezó a defenderse muy al inicio ante el poder de la muleta de Julián. Una pena.
En el segundo de la tarde Miguel Ángel Perera salió a ganar la batalla a su rival. Con capote y muleta anduvo firme. Tras un buen puyazo y un gris segundo tercio, el extremeño inició su faena con pases cambiados de riesgo enlazados con muletazos de temple infinito. Los pies asentados y la cintura rota, dándole distancia al toro hasta que decidió meterse en los belfos del noble y repetidor Cuvillo. Mató con firmeza y recibió las dos orejas de mucho peso y verdad. Una lástima que los compañeros de las alcachofas no dejen que los matadores estén pendientes de lo que pasa una vez muerto el toro, Perera no pudo agradecer a este Ventoso la bravura regalada en la vuelta al ruedo, que entendemos compartida con su hermano “meditabundo” muerto por El Juli. En el quinto, de mansa condición, tras un quite sin enmendarse a pesar de las aviesas intenciones del toro, pergeñó con la muleta una faena para aficionados, lo aguantó en los medios, soportó las coladas y le plantó cara hasta que cantó la gallina y el toro se rajó. Mata a la segunda y la petición no fue suficiente.
Talavante supo lidiar al complicado tercero, mal picado, mal lidiado y que se tragó la muleta del de la Puebla de Sancho Pérez. Faena iniciada al natural y culminada con la derecha, interesante el trasteo en cada pase por la sensación de peligro del mansito de Cuvillo. Mató efectivo y cobró una oreja. Al sexto bis no quiso ni verlo, cuando cambiaron al titular de El Grullo tras partirse el pitón al rematar. Por el de Pereda decidió no hacer caso a ese divino manco genial y tan taurino que decía que “lo mismo da triunfar que hacer gloria de la derrota”, aquel Ramón María, que no sé por qué hoy me siento tan noventayochista y el decidió hacer mutis de la derrota antes dos de los que mandan en esto del toreo.