Cuando las minorías quieren ser mayorías utilizando métodos alejados de la Constitución, es que vamos mal. Hay en España un gobierno votado por un número de ciudadanos más que suficiente como para que gobierne. Y para que gobierne como esos que le han votado quieren que se gobierne. Otra cosa será que una minoría no esté de acuerdo, pero es que justamente en eso consiste la democracia, en que vale lo que decide la mayoría, no una minoría.
Los desaforados gritos del líder de la UGT advirtiendo al gobierno de la nación (nación = conjunto de todos los españoles, en quienes reside la soberanía = el único poder legítimo) que o cambia o cambia, es decir que tiene que hacer lo que a él y a su sindicato le salga de los cataplines, es algo más que una barrabasada, es un ataque formal a los principios fundamentales de la democracia.
Las no veladas amenazas de un líder sindical de CC.OO., asegurando que o el gobierno cambia de política o los contenedores seguirán ardiendo, son más que suficientes como para que al menos a este individuo haya que ponerlo delante de un tribunal ordinario de justicia. Y por supuesto los desperfectos causados por los cafres que se han sumado, gustosos y contentos, a esta manera decimonónica de participar en política, la huelga general, deberán ser pagados por los sindicatos, por las cuotas que pagamos a nuestros sindicatos, pues no todos quienes creemos que es necesaria la existencia de sindicatos de clase, estamos convencidos de que las formas de lucha deben ser la algarada y el cafrerío, sino la participación y la acción en los límites de las reglas democráticas.
Hace cuatro meses los españoles tuvieron a bien votar masivamente a un partido que pusiera freno al descontrol presupuestario, que salvara al país y a los paisanos que en él viven, de un futuro negro como el carbón. De forma absolutamente democrática un gobierno presidido por el que no falte de ná, fue sustituido por otro que ha procedido a poner las cuentas al día. No por nada, sino porque no hay más remedio si no queremos ponernos a la altura de Grecia o de Corea del Norte, que es peor.
En esta política de ajustes, los sindicatos deberán hacer igual, simplemente lo mismo que estamos haciendo todos los españoles que tenemos el privilegio de contar con un trabajo asalariado o con el no menos privilegio de poder mantener un negocio pagando a proveedores, amortizaciones, impuestos, seguridades sociales, y nóminas de sus currantes. Eso es lo que tienen que hacer los sindicatos, ajustarse a lo que hay y seguir haciendo lo que tienen que hacer, contribuir como agentes sociales que son al progreso y al desarrollo de España, que es decir de los trabajadores españoles.
Mantener los privilegios, inasumibles en estos tiempos, de una minoría de trabajadores de élite, alcanza igual nivel de obscenidad que los beneficios de banqueros, multinacionales y eléctricas en cuyos consejos de administración, no es por nada, menudean antiguos dirigentes socialistas. Hay que mirar a la calle, y los sindicatos los primeros, para ver una realidad sangrante: familias con todos sus miembros en paro, jóvenes que no tienen esperanza alguna de echar mano en una obra, de bajar a contramina o de estar detrás del mostrador de una tienda o un comercio cualquiera. Esto es lo que hay que solucionar, y no mantener sueldos estrambóticos que condenan la competitividad de una empresa. Sepan que para sobrevivir en una sociedad que se rige por una economía de mercado, por una economía liberal, es necesario ser competitivo. Sepan, los sindicatos y todos quienes no tienen capacidad de mirar al futuro, que está este sistema económico y está el otro, el que solo y sólo pervive en el sistema monárquico, feudal y totalitario de la hambrienta Corea del Norte, a quienes andamos ahora cambiando bocadillos de mortadela por que no sigan con sus experimentos nucleares.
O economía liberal de mercado o economía socialista dirigida por una élite o vanguardia obrera que disfruta de privilegios y dachas a orillas del Caspio. O esto o esto otro que tenemos por aquí. Yo prefiero, indudablemente, democracia y economía de mercado, libre. La libertad siempre me gustó un montón. A algunos, a quienes juegan a ser ellos los únicos que puedan disfrutar de prebendas y privilegios de clase, no les gusta demasiado esto de la libertad.
La izquierda caviar, desde sus mansiones, con un dry martini en la diestra y un habano de Fidel en la siniestra, arrellanados en un sillón de diseño, disfrutarían el día 29 viendo los informativos del Canal Plus. Indiferentes, ajenos al sufrimiento de los trabajadores que no pueden trabajar, se limitarían a brindar por el éxito de la huelga general. Del éxito de ellos y del éxito según ellos, claro está. A esta izquierda caviar la mandaba yo a Pyongyang de vacaciones aunque fuera sólo un mes. Sólo un mes, para que se enteraran de lo que es la economía socialista, en vivo y en directo. Lo malo es que se fijen en cómo vive Kim Jon Un, el único gordo en un país de flacos. Eso va a ser lo malo, que los psicópatas que quieren seguir gobernando después de perder unas elecciones democráticas, tienen como única referencia al gordo Kim Jon Un, a su llorado padre Kim Jon Il, y a su ilustre abuelo Kim Il Sung, el fundador de la dinastía y presidente eterno de Corea del Norte, un país donde el pueblo pasa, literalmente, hambre y muere de hambre. Ahí quieren mandarnos todos estos del caviar y las cuentas corrientes en las Seychelles. Qué miedo.
1 comentario en «EL DUENDE
Vacaciones en Pyongyang
[Bernardo Romero]»
Hola Bernardo, como siempre, magistral !!!!
sigue así
MIGUEL