Ha ocurrido lo que afirma un conocido axioma: Si repites lo suficiente cualquier dictamen, terminas por creerlo. O, en sentido contrario, lo que un antiguo refrán sostiene: No vendas la piel de oso hasta haberlo cazado. Y aunque atemperados cronistas y observadores políticos preveían un aplastante triunfo del Partido Popular, y así lo creían hasta sus candidatos empezando por el señor Arenas, ha ocurrido que ambos sabios aforismos se ajustan milimétricamente a los resultados de las elecciones andaluzas del domingo.
Así, prácticamente todos los ‘populares’ creían que estas elecciones iban a ser un ‘paseo militar’, un puro trámite que revalidaría lo que ya era evidente vox populi: El P.P. obtendría una mayoría absoluta más que suficiente para gobernar con una oposición meramente testimonial. Hasta el punto de que el mismo viernes hubo quien vaticinó que la mayoría popular desbordaría incluso las mejores predicciones: más de un 70% de la población, según las encuestas, ansiaban un cambio político en Andalucía y estos politólogos no dudaron en hacer la fácil traspolación.
Pero se pasaron de confianza.
Todos. ¡Si no le faltó al candidato más que decir el nombre de sus consejeros que, por otra parte, ya estaban decididos! Por eso no supieron ver que la no asistencia al cargado debate de Canal Sur haría que los más de tres millones de usuarios de esta televisión –en su mayor parte de un determinado corte sociocultural (recuérdense los indicadores estadísticos y, en especial, el informe Pisa) que iban a votar el 25 M- visualizaran solo a PSOE e IU. No estuvieron finos, no: Todo el mundo sabe que un espacio que no ocupas, te lo ocupan. Y en política, más. Tampoco previeron que la dinámica de las siete y media es una regla de oro en cualquier dialéctica: Más vale quedarse corto que pasarse. Y el PP se pasó y mucho: iban sobrados; cayeron en la trampa de la encuesta más envenenada, la de El País, que dos días antes les atribuía sobrada mayoría absoluta. Lo hizo bien este diario: despertó a la militancia de izquierdas y anestesió a la confiada de derechas.
Tampoco contaron con lo que ocurrió: una abstención importante de quienes estaban seguros de la victoria del PP y de los que están hartos de la política, de sus fintas, sus trampas y sus manidos, repetidos y estériles discursos. Sin contar con que el importantísimo nicho de votos clientelares con el que cuenta siempre el PSOE (treinta años de poder dan para mucho) sí iba a mostrarse activo frente a las urnas.
A todo esto se suma la campaña activa, motivadora y didáctica que ha sabido hacer Izquierda Unida, lo que unido al progresivo deterioro moral y político de los socialistas los ha convertido en receptores del conjunto de votantes de la izquierda moderada que, huérfanos, han acudido al «Rebélate» de Valderas aunque éste, personalmente, no les resulte ni mínimamente atractivo. Lo que ha hecho que este grupo consiga doce trabajados, oportunos y decisivos escaños que lo convierten en el guardián de la llave que abre la puerta del gobierno andaluz. Veremos que hace con ese poder.
El Partido Popular, en fin, ha perdido el tren hacia el Palacio de san Telmo y me temo que no va a pasarle otro tan cerca y propicio en mucho tiempo. Estuvo torpe preparando el equipaje, quizás pensó que la parada iba a ser más tranquila y a la carta y, sobre todo, ha cometido un error de libro: ha minusvalorado a los otros viajeros y, lo que le ha pasado una abultada factura, ha estado vendiendo la piel del oso antes de haberlo apresado.
1 comentario en «LUZ DE GAS
La piel del oso
[P. López Villarejo]»
Sr. López: No parece que sea Vd. muy objetivo en sus apreciaciones, porque hace mención a «la encuesta envenenada de EL PAIS», que lo único que hacía era repetir lo que todos los medios de comunicación reflejaban. También le falta hacer referencia, como parte importante de lo ocurrido el día 25, al Sr. Rajoy y sus medidas.