Escuché hace un par de días al ex ministro socialista Jordi Sevilla, al cual considero un hombre razonable pese a mi distancia ideológica, decir una frase clave, a mi juicio, para entender el porqué de la distancia que separa a los ciudadanos de la política. Dijo: “Los partidos políticos son un instrumento para hacer cosas y no un fin para ser alguien”. En otras palabras, la política debe orientarse a su verdadera función, resolver problemas.
Y es que si la política estuviese al servicio de resolver problemas nos evitaríamos los titulares vacíos y sin fundamento que recibimos a diario. Mucho se cuidarían los partidos en admitir ineptos en sus filas, se trabajaría profundamente en los temas y, a cada problema, habría soluciones alternativas desde diferentes ideologías. Si resolver fuera su función, los políticos buscarían el consenso y no la confrontación. Claro que, siendo así, la otra pata fundamental de nuestro sistema, la ciudadanía, debería estar informada verazmente y habría de juzgar no por los titulares emocionales sino por los resultados y la bondad de esas soluciones, con un sentido crítico y objetivo.
Todos estarían a lo que tendrían que estar, políticos y ciudadanos: aportar soluciones los unos y juzgar su bondad los otros. En resumen, ciencia ficción. La triste realidad es que la política nacional es a día de hoy lo más similar a una liga de fútbol donde los equipos (los partidos), los más beneficiados, tienen seguidores incondicionales y votantes ciegos que se mueven por la emoción.
Que el fútbol funcione así es comprensible, pues es un juego, pero ¿qué sentido tiene ser incondicional de uno u otro partido político? Díganme qué empeño pueden tener éstos en resolver problemas, explicar salidas y trabajar por la cosa común, si tienen una grada entregada dispuesta incluso a tapar sus vergüenzas, y una prensa interesada en ocultar sus errores y difundir sus vaguedades. ¿Nos merecemos los ciudadanos lo que nos pasa?
Una democracia de calidad no es gratis. Todos somos responsables de esta «liga» política, la apoyamos con la incondicionalidad de nuestro voto. Somos consentidores de los desmanes que recibimos. Votar es un ejercicio de responsabilidad que nos exige compromiso con nuestro país y nuestro futuro. Es nuestra obligación y no sólo nuestro derecho, votar crítica y concienzudamente, y sancionar a los que nos gobiernan. Eso garantizará la calidad con la que se hacen las cosas.
Con un país que se hunde en una crisis histórica ¿es de recibo el espectáculo diario de garrotazos al grito de: ¡Tu herencia es ruinosa!#nonoshandejadonada, ¡recortas porque eres la malvada derechona! #quierenacabarcontodo? ¿Por qué no empezamos por ser humildes y reconocer que todos somos parte del problema? ¿Por qué no admitir que ninguno tenemos la verdad absoluta para resolver una crisis financiera, productiva y de modelo económico que nos supera y en la que hay terceros países a los que conviene eliminar a un competidor como España?
El ciudadano que quiere una democracia de calidad, querría ver una excepción política a una situación excepcional. Un consenso político real, porque lo que nos estamos jugando no es sólo nuestro presente, sino el futuro de sucesivas generaciones, quizás el fin de una civilización basada en el Estado del bienestar.
La oferta de Rubalcaba ofreciendo su mano al PP para expresar una posición común hacía el exterior es deseable e imprescindible para la credibilidad de España y la defensa de nuestros intereses comunes. El PP debería tener la humildad de aceptarla. Pero este nuevo mantra del consenso que extiende el PSOE entre la opinión pública ¿es sincero?¿Cómo creer razonablemente en este ofrecimiento cuando se saca a la gente a la calle al grito de que la situación de crisis es la excusa y no la culpable de los recortes, cuando se critica una cosa en España que se copia en Andalucía donde gobiernan? Y el PP, ¿cómo acepta el ofrecimiento si no reconoce con humildad que la mala gestión pasada no fue exclusiva de los gobiernos PSOE sino que también afecta a muchas de sus propias comunidades autónomas? La solución pasa por la humildad primero, el reconocimiento de la gravedad de la situación, la transparencia y la información al ciudadano y la aportación de todos.
Propuse a mis amigos de Facebook pensar no como seguidores de fútbol, sino como ciudadanos, ante la desesperanza de las malas noticias diarias, y salieron algunas buenas ideas que os invito a leer y que son prueba de que los españoles somos capaces de pensar en soluciones cuando dejamos las pinturas de guerra y las bufandas de nuestro equipo en un cajón. Humildad y trabajo, y quizás un poco de ingenuidad, porque hay cosas que se ven mejor cuando se desaprende lo aprendido y se mira sin prejuicios.
Fátima Reyes
Asesora de marketing y comunicación
@FatimaReyesD