Al toque de campana, a las doce de la noche, sólo a la luz de las velas de la Carreta que porta el Simpecado, se escuchó de nuevo la Salve en la Casa Hermandad del Rocío de Isla Cristina, corriendo a cargo de Pepe El Marismeño, acompañado a la guitarra por Salvador Herrero, y sólo se puede calificar de «magistral» lo que pudieron escuchar todas las personas que allí se habían reunido.
Pepe El Marismeño se dejó el alma cantando no sólo la Salve de Manuel Preja Obregón sino, también, con la infinidad de sevillanas que dedicó a Nuestra Madre del Rocío rompiendo sólo el silencio de la noche las ovaciones que una y otra vez le pedían que siguiera. Sin duda alguna, la magia rondó por la Plaza de San Francisco gracias a él.