(Texto: Bernardo Romero) Una de las cosas que más le llamó la atención en su breve experiencia política, fue la del paripé que se traen en plenos y reuniones los profesionales de la cosa pública. Es un circo, repetía entre risas que no querían ser llanto. Todo está preestablecido y no se discute nada. En los plenos no se debate, se posa para la galería, para la foto y el titular. Es una pantomima.
Es evidente que José Pablo Vázquez Hierro (Minas de Herrerías, 1945 – Huelva, 2013) no pertenecía a eso que todos nos referimos como clase política. Fue político como lo somos todos, pero no se dedicó a eso profesional. José Pablo era lo más alejado que ustedes puedan imaginar a un virgen laboral que se mete en política para medrar, como tantos que todos conocemos para espanto y susto de nuestro día a día. Era arquitecto y de los que sienten su función en la ciudad. Hablaba de planteamientos urbanísticos o de edificios con auténtica pasión. Cuando terminaron las obras de la gasolinera que está junto a Ferroviarios, te describía el sorprendente vuelo de la cubierta, sin una sola columna de apoyo como podrán ustedes admirar la próxima vez que pasen por allí, con verdadero amor por la obra bien hecha, por la cosa bella, que emociona y nos relata cosas: en este caso nos cuenta cómo es este tiempo, los materiales de que disponemos, las funciones arquitectónicas que damos por sabidas porque nos son propias, el concepto mismo de una forma… José Pablo era encontrártelo por la calle, pararte y disfrutar de su sonrisa pícara, de su charla intensa, trufada de socarronería y buen humor las más de las veces, incluso cuando te relataba las barbaridades a las que se enfrentaba cada día en su combate desigual contra la sinrazón de las fábricas del polo: A toda esta barbaridad le quedan dos telediarios, no se trata de acabar con las fábricas, sino de buscar una transición para ese espacio urbano, sin tener por qué soliviantar puestos de trabajo ni intereses empresariales. Se trata de ordenar, de poner todo en su sitio y mientras antes lo hagamos mejor.
José Pablo era así de sencillo en sus planteamientos. Nunca buscaba la palabra complicada, el recoveco discursivo ni la finta teórica, el arquitecto que nos acaba de abandonar -no para siempre, pues su obra y sus ideas, permanecen- intentaba que el sentido común fuera el encargado de hacer las cosas. Pero nada más alejado de la realidad política, de esa pantomima en la que se vio metido y en la que apenas tuvo cuartel. Hubo de enfrentarse a los sindicatos, voz y defensa del gran capital, que no es que no entendieran lo que había que hacer, sino que se cerraron en banda e intentaron, intentan aún, que las fábricas estén ahí hasta el mismo momento en que no sean rentables para sus propietarios, hasta que de manera salvaje cierren y dejen tras de sí una estela de paro y basura con la que todos, con nuestros dineros y hasta con nuestra frustración, tendremos que limpiar y resolver. Los sindicatos son incapaces de ver el futuro, de observar lo que en realidad está ocurriendo y mucho menos defender los intereses de los mismos trabajadores a los que dicen defender. Ellos están a lo que están, a realizar el juego sucio de los grandes propietarios, de los empresarios del sector químico que los lanzaron contra la Mesa de la Ría y contra todo aquél que quiera poner un poco de sentido común en esta ciudad, en la Huelva que José Pablo veía cambiar día a día.
Esto no es lo que era, coincidíamos parados en cualquier esquina de la ciudad. La gente joven de ahora no es la misma que la de hace tres o cuatro décadas, cuando nos plantificaron aquí toda esta barbaridad. Ellos cambiarán definitivamente la ciudad, no nosotros. Ellos serán quienes construyan una ciudad que hoy no podemos ver pero sí intuir. Una ciudad abierta a los ríos que son ya aquí la mar, una ciudad más amable y más habitable. Pero nosotros tenemos que poner los cimientos al menos, insistía el arquitecto, el urbanista sencillo y eficaz que era. Eso es lo que tenemos que hacer, trabajar para que las próximas generaciones puedan construir una ciudad mucho mejor. Huelva tiene muchas posibilidades, tiene todas las condiciones medioambientales y geográficas para ser una gran ciudad. Pongamos al menos los cimientos.
José Pablo Vázquez Hierro, arquitecto y visionario, hombre de bien, ha cumplido con su parte del trabajo. Ahora, sobre ese dibujo en el que van calculadas meticulosamente todos los cálculos, tendremos que continuar con el trabajo de poner la base, los cimientos de la ciudad que habitarán las futuras generaciones de onubenses. Este era el discurso que hizo a José Pablo decidirse a dar el paso de intervenir en política, de crear una plataforma para trabajar por la ciudad y luego crear una lista alternativa a los grandes partidos que luchó en las municipales contra las encuestas y contra el inmovilismo de una izquierda que en Huelva, como en toda Andalucía, es pura reacción. La simiente pues ya está echada, hay quien are la tierra y vendrán lluvias que harán germinar el grano. Huelva, decididamente, tal como afirmaba José Pablo, ya no es la ciudad en la que crecimos hace ya un montón de años. Tiene por delante futuro y gente mucho más preparada. La ciudad que no veremos pero que intuimos, ahora tengo por cierto que será.
2 comentarios en «José Pablo»
bernardo,lo has bordao………!que no podamos con esta mediocridad de politicuchos y sindicalistas de mierda !
Grande, Bernardo.