[J. J. Conde]
Uno, al que le afloran los recuerdos cada vez que se detiene en la plazoleta –la plazoleta de la Isla Chica que llevo clavada en el alma- no puede por menos que girar la mirada hacia quienes hicieron de este terruño rectangular un paisaje colorista, mágico y eterno.
Se me viene Merita blandiendo sus cabellos de oro a mirar cómo hacíamos lo de la lima. Aparece Tete, ladeando la cabeza, con las bolas de barro a echar una partida. Jeromín le sigue expectante por ver en qué acababa aquello. Las carreras de bicicleta las ganaba siempre Rafael Llorca, que además tallaba con esmero las mejores espadas. Se acercan los hermanos Cumbreras, el Canales, el Izqui, los hermanos Mora, Miguel el del policía, los hermanos Paqui y Miguel, Alamar, el Páez, Banda, Lirola, Rafael Salguero, Narci, mi hermano Juan: todos a practicar fútbol con un balón del cinco. Me llama mi madre para ofrecerme en sus manos el pan con manteca y azúcar, mientras Charito se agarra a su falda. Y me voy a casa de mi amigo Fernando Barranco, que estrena campo de madera, para jugar a los botones, pues que hoy debutan dos extremos negros de la cantera de la mercería de Galera.
A uno se le pone un nudo en la garganta cada vez que se detiene en la plazoleta, y la contempla, y la traslada.
1 comentario
Amigo Jesús, a mí me pasa lo mismo con » el paseo nuevo de Calañas «.
Todas esas vivencias y…. como no, el pan con manteca y azúcar.
Un abrazo, Rafa.