Fue que en la época de la Democracia Constitucional Española, siendo a la sazón el Jefe de Estado S.M. el Rey D. Juan Carlos I de Borbón y Borbón, que se reunieron en un café una Veleta, una Cometa y una Brújula. Esa reunión pudo ser en El Café de Chinitas o El Café Gijón, o quizás no recuerdo si fuese en Las Cuevas de Sésamo; pues en esa reunión tuvo lugar una pequeña discusión entre la incansable Veleta, la juguetona Cometa y una certera Brújula sobre las ventajas de cada una sobre las otras.
Quien me lo refirió, un camarero de aquellos tan tradicionales de chaleco de ralladillo verde y gris, pantalón negro, mandil largo y rodilla blanca e impoluta en su antebrazo izquierdo, con el que tenía gran trato, pues siendo yo un humilde viajante de comercio, solía hacer en mis desplazamientos a Madrid, un pequeño apartado en mis menesteres, realizando mi repetida visita a Casa Ciriaco, lugar donde coincidíamos este conocido camarero y servidor a la hora del aperitivo en algunas ocasiones, poniéndome al corriente de cosas tan dispares como de la última corrida de toros, boxeo, fútbol, teatro y como no, de política.
Cariñosamente todo el mundo le llamaba el Gaceta, pues dada su condición profesional, tenía discretamente pegada su oreja a todo lo que se comentaba junto al mostrador o en las mesas, cuando acudía a servir a aquellas personas de variopinto pelaje, que en tonos de mediana voz, proclamaban a los cuatro vientos sus posiciones respecto a tal o cual eco mundano. Todo tenía su hora, pues los personajes cercanos a la farándula, nada madrugadores, solían tomar café, copa y puro sobre las cuatro de la tarde. Los vinculados al mundo del toro, a media mañana. Los que discutían de fútbol y otros avatares deportivos, a cualquier hora, mientras que los del boxeo eran más bien noctámbulos. Bueno, y ¿cuál era la hora de los políticos?. A cualquier hora era buena para hablar de política, pues ese es un mundo de nunca acabar. Las mejores tertulias eran, dados los tiempos, a partir de media tarde hasta el cierre. Rara vez se veía por aquellos lares, como pasara antaño, a los que habían bien comido en Horche, Jockey, en el Palace o en el Ritz. Sus Señorías deberían estar muy ocupadas o muy “preocupadas por las encuestas”. Creo que otras cosas les preocupan menos, hecho curioso, ya que están allí para esas otras cosas. ¡Porca miseria!
Pues bien, habló la Veleta. Se ufanaba de ser incansable, por lo que giraba y giraba, anunciando siempre de por dónde soplaba el viento. Y allí, por donde soplaba el viento, ella se acomodaba a los caprichos de turno de Eolo, y vivía plácidamente acomodada a la última orden de este Sumo Dios que se instaló en la Política. No tenía nunca que pensar en nada ni en nadie. Su misión era acomodarse cual veleta, para y de donde soplaba el viento. Se engallaba, nunca mejor dicho, fundamentando su proclama y presumía de que millones de veletas de todo el mundo lo hacen igual que aquella, jactándose de que todas viven muy bien. No iba a alterar ahora su acomodaticia y placentera vida. Argumentó aún más: ¡como yo, lo hace también el ser humano, y muy especialmente los que viven de la Política!. Preguntad y veréis que tengo toda la razón.
Efectivamente, no se confundió la Veleta, pues cuantas “criaturas políticas” van allá donde sopla el viento, y su única habilidad es imitar a los camaleones respecto a su indumentaria tanto chaqueteril como intelectual, situándose, como no, siempre al lado de la camarilla ganadora, sucediendo que siempre están cercanos al pesebre de turno. Guardan su manual de ideales Beta y predican con el manual Lambda, Fi o Pi, pues disponen de tantos como letras componen el abecedario griego.
Después intervino la Cometa: Mi misión es lúdica, yo procuro amenizar la vida de quien me maneja. Sin mí, la vida de los humanos sería más triste. Las cometas representamos la libertad y la expresión del alma, y en nuestros vuelos, proclamamos que la Cultura, el Arte, la Música e incluso el Amor, son potestades de todos los humanos, no importa su sexo, nacionalidad, creencia o color de su piel. Veréis que en nuestro mundo nunca hay guerras ni dolor, excepto cuando Eolo pasa a la Política y nos deja de soplar, cayendo en su desgracia, precipitándonos repentinamente a tierra. Entonces, sorprendidas por esos cambios bruscos de carácter del Eolo de turno, nos recogen heridas en la arena de las playas, unas veces remontamos de nuevo el vuelo y otras, cuando caemos en manos de algún inepto, lía la cuerda de “nuestra libertad” y nos “guarda contra nuestra voluntad” en sucios baúles, atestados de otras viejas cometas, en esos sucios baúles que los humanos llaman cárceles.
Esto pasa incluso en los países de mayor tradición democrática. Cuando la voz de una cometa anuncia que se está produciendo una injusticia, y el responsable y actor de esa injusticia es un allegado del poder instituido, es decir, “Del Rey abajo…alguno”, repentinamente se silencia el viento y con él, nuestra voz. Somos pues, quienes primero alegramos a la sociedad con los aires de bonanza o la alertamos de las peores tormentas, pero también las que sufrimos los caprichosos golpes de viento o lo que es peor, dejan de darnos hilo. Dar hilo a la cometa es sinónimo de libertad, y sin libertad es volver a la esclavitud.
En esta sociedad en que vivimos en el siglo XXI, nuestras cometas son esos estupendos periodistas, comprometidos únicamente con la verdad y la libertad. Que prefieren pasar estrecheces antes que loas y nóminas provenientes de los grupos poderosos que manipulan a las masas, las mienten y las embrutecen. También son “buenas cometas” aquellas personas que tienen iniciativas para ayudar a la sociedad más deprimida, pero cuyas iniciativas no van nunca en provecho de partido alguno sino de aquellas personas por las que claman, las dan agua y les procuran su pan de cada día. Pero de esas “cometas” veo muy pocas, por no decir casi ninguna.
Por último habló la brújula: Nunca me doblego a ningún poder, siempre indico el camino correcto que debe seguir el barco, no el que quiere imponer el capitán de turno. En ese barco, llamado Tierra, va instalada todo tipo de sociedad, desde la del país más rico al país más pobre. Siempre marco el Norte, siendo que el Norte es el único referente de la verdad, y con ella la libertad y el bien general. Nunca me confundo ni me pongo del lado del timonel, pues debiera ser que el timonel debe ajustarse a la orientación que yo le marco para arribar a buen puerto. El buen timonel no escuchará el canto de sirenas que le envía la veleta, pues no siempre el viento que sopla en popa nos llevará al destino que nos marcamos como sociedad.
De esos cantos de sirena, padecemos mucho en España. Parte de la sociedad española, dormita abajo, en el sollado, mientras que otra aprovecha la lasitud de la adormecida. Fue el poder constituido que repartió a modo de opio, sus envenenadas prebendas entre sus apesebrados y camaleónicos seguidores, para no alumbrar el camino que nos dice la brújula, y confundirnos con tanta corrupción. Los voceros y señores de la prensa, acallan lo que a sus protectores y dadores de subvenciones les conviene, para agrandar aquéllas de sus rivales. Rivales en política, significa rivales para alcanzar el poder, no otra cosa. Porque me da la sensación desde hace mucho tiempo, que la clase política solo busca el poder. El Poder y el dinero. Tanto monta.