Asar los pimientos a 190º, con el fuego arriba y abajo, de manera que cuando la piel se empiece a quemar por arriba, también lo estará haciendo por abajo, con lo cual bastará con girarlos sólo cuarenta y cinco grados para que se terminen de hacer por todos lados y por igual.
Los pimientos ya asados y luego de haber perfumado toda la casa, se cubrirán con un paño húmedo con objeto de que suden y se les pueda quitar la piel, ya enfriados, fácilmente. Una vez pelados y cortados, con las manos mismo, a tiras relativamente gruesas, se aliñan con buen vinagre del Condado, que los hay realmente excelentes (otro tesoro casi desconocido de la despensa onubense, sal y aceite, que aquí tenemos para elegir: Beas, Trigueros, Gibraleón…) Pues bien, se adornan con un poco de cebolleta fresca cortada en juliana y a continuación con un poco de culantro, a gusto de cada cual. Al ladito se le ponen unos troncos de bonito de Santoña, de esos espectaculares que venden en botes de cristal y se acabó.