Dios mío, menuda perogrullada… O quizás no. ¿Cómo vamos a cambiar lo que nos rodea si no cambiamos nosotros? Crisis económica, crisis política, crisis social… Imagino que ese es el asunto: la crisis social. Todos lo sabemos: nuestros políticos son hijos de nuestra sociedad, proceden de nuestra sociedad. Esa sociedad está en un momento crítico y así aparecen estos engendros para la administración de todos o personajes como ese chico que cuenta increíbles aventuras que tal vez no sean tan inciertas. ¿Se dan cuenta del grado de deterioro que hemos alcanzado? ¿El surrealismo de nuestra política, de nuestra Administración, de nuestra gestión de la cosa pública? ¿Cómo hemos podido alcanzar tal grado de impudicia pública?
La mayoría de las tertulias se dividen entre los apoyos masivos a Podemos o la depreciación absoluta del proyecto y de sus promotores. ¡Como si podemos de verdad fuese a acabar con el sistema! La fórmula Podemos resulta demasiado sospechosa, poco creíble. Cuando en otras ocasiones, mucho antes de que Podemos fuese ni proyecto en el horizonte oscurísimo de nuestra realidad, escribía que el malestar social no reaccionaba porque carecía de líder, no pensaba en algo como Pablo Iglesias o su formación. Podemos nace del mismo sistema, utilizando sus contradicciones según la fórmula leninista, para hacerse con él, pero ¿lo cambiaría si alcanzase el poder? Sólo para su interés. Todo parece demasiado bien orquestado como para que la aparición de Podemos se me antoje tan casual. Mas bien se me presenta como fórmula para que el sistema no termine saltando por los aires. Es el mal menor, el último rincón de la restauración.
No creo que con Podemos vayamos a asistir a una refundación del Estado por medio de un proceso constituyente. Como mucho, presenciaremos una reforma constitucional más o menos profunda, quizás una aparente ruptura pactada y ya veremos cómo se reorganizan los poderes del Estado reformados tras el pacto franquistas-oposición democrática en el año 78. ¿Ven lo que trajo aquello? Piensen qué puede traer esto porque, repito como al principio, no habrá cambio político sin cambio social y el cambio social es cambio de cada uno de nosotros. ¿Qué valores son los prioritarios en nuestras vidas? ¿Es el dinero? ¿Es el éxito social?¿Nos preocupa que le pase a nuestros semejantes? ¿De verdad creemos que merece la pena dedicarnos al servicio de los otros? ¿Pensamos que el respeto al prójimo es esencial? Suban a los autobuses y vean el comportamiento que tantos jóvenes –no todos, por supuesto-, han aprendido en nuestras familias y escuelas? ¿Qué futuro puede venir esa falta de civismo, de esa ausencia de empatía con nuestros mayores o con los que padecen dificultades físicas? ¿O los adultos que ocupan los lugares para los impedidos y no los desalojan?-El ejemplo del autobús parece adecuado-.¿Qué se enseña en nuestros colegios además de a memorizar? ¿Queremos ser mejores? ¿Nos hemos planteado que el crecimiento personal no acaba nunca? Etc., etc., etc. Sin cambio personal y sin otro proyecto educativo no habrá cambio social y, sin cambio social, no vendrán mejores políticos, porque no se pueden haber convertido en mejores seres humanos. Por lo tanto, el fracaso estará garantizado una vez más con Podemos o cualquier otro partido de nueva creación. No lo duden.