Si algo tiene el mundo globalizado en el que vivimos es que el ser ciudadanos responsables puede reflejarse en cosas tan peregrinas como los cosméticos que usemos o cómo decidamos ir a trabajar. Si sabemos qué es el aceite cbd estamos a la última, igual que si vamos a trabajar en bicicleta o estamos convencidos de que el gluten es el gran enemigo de la nutrición equilibrada del Siglo XX. La cosmética es un campo en el que actuar con conciencia es casi un must. En un campo que se presta tanto a la experimentación con animales o que saca las materias primas de países con una situación económica más precaria, hacer una elección meditada y consciente del tipo de jabón artesanal que vamos a utilizar no es ninguna tontería. ¿No dicen que los cambios deben ir de lo particular a lo global? Quizás elegir qué ponernos en la cara, o con qué vestirnos (cada vez más marcas presumen de conciencia ecológica con algodones y reciclado de tejidos, y aseguran que sus prendas fabricadas en países menos favorecidos garantizan salarios dignos y garantías laborales a aquellos que las fabrican) sea una nueva revolución. Silenciosa, casi íntima y particular, pero imparable. Porque esos pequeños gestos son los que marcan la diferencia. La cosmética hecha con derivados del cáñamo (como el ya nombrado aceite cbd), todavía minoritaria si exceptuamos la presencia en The Body Shop de una línea basada en este producto, es un buen ejemplo de cómo lo rentable no está reñido con lo sano y responsable. El cáñamo es barato de producir, tiene innumerables usos, y si no fuera por su unión inmediata con la marihuana y por tanto su estigmatización, probablemente sería la semilla del futuro, ya que puede usarse desde para fabricar coches, hasta como alimento (su altísimo valor proteínico es un valor en si mismo). Abramos los ojos, porque todo vuelve, y tener conciencia está de moda.