La asamblea del pueblo en la Atenas de Pericles capitalizaba un hecho: la voluntad de todos los reunidos en el ágora. La calidad de la democracia comenzó a resentirse pronto y su pérdida de valor se materializó con la llegada de los tiranos al poder. Y ello porque suponía la explosión calculada de los dos principios soberanos: la igualdad y la libertad.
La Plaza Sintagma de Atenas, sede del Parlamento heleno, se está convirtiendo en símbolo de las dos Grecias: la Grecia del sí a los requisitos que impone la eurozona y la Grecia del no, que los rechaza. Entre la una y la otra, el proboulema, o propuesta del Consejo, amplía las brechas entre la población.
El referéndum es un mecanismo fundamental de participación ciudadana. Como lo es el plebiscito. De una forma y otra, el Estado escucha las reclamaciones de los ciudadanos, los cuales corrigen o ratifican las decisiones de sus representantes electos. Sin embargo, la democracia se resiente si las convocatorias desamparan al Gobierno o este se escuda en las divisiones de opiniones para justificar su errática trayectoria al frente de las instituciones. Jenofonte se lamentaba de la cantidad ingente de asuntos que debía despachar la Asamblea porque algunas diligencias o tomas de decisiones se hacían esperar más allá de un año.
Un referéndum como el griego es un arma de doble filo que revela la cobardía de quien lo utiliza. En este caso, la del gobierno de Syriza. Utilizar al pueblo para abdicar de sus obligaciones como poder instituido constituye una práctica perversa. Si se acierta, el éxito es del gobernante. Si se fracasa, el pueblo respalda el desvalor de la decisión tomada. La asamblea del pueblo debe guardarse en plataformas más elevadas y no rebajarse a la altura del barro. De ahí los enfrentamientos cainitas entre griegos partidarios de una respuesta o de la contraria.
Y una cosa que nadie debe olvidar: el descalabro económico de Grecia no es atribuible a Syriza. Nada de eso. Los grandes hacedores de esta ruina han sido los dirigentes de los dos grandes partidos que han regido, es un decir, la Hélade en los últimos cincuenta años: el PASOK, de Papandreu y otros, y Nueva Democracia, de Karamanlis y compañeros mártires. Una derecha de cartón y una izquierda de papel. Lo que haga o deje de hacer Tsipras es otra cosa. O bien restaura el timón roto de la política interior o bien prende fuego a la nave que está varada a la espera del despiece. O bien se somete a las exigencias de la oficialidad del eurogrupo o se aproxima a los cantos de sirena de rusos, chinos y otros elementos de la extrema izquierda.
Lo que sea, pero que actúe con seriedad, rigor y responsabilidad. A la Ekklesia, que la reúnan para asuntos de mayor envergadura. Es muy fácil escudarse en la gente cuando no se tienen las armas de la razón y de la sensatez. Y si no quieres de esto, dos tazas. Que las ekklesias de los demás países miembros sean convocadas a un referéndum escalonado en el tiempo. Veremos cuándo y quiénes toman las decisiones.
Malo eso de tomar el nombre de la diosa democracia en vano.
1 comentario en «TERETES.
La Ekklesia.
[Paco Velasco]»
Decir que : “Un referéndum como el griego es un arma de doble filo que revela la cobardía de quien lo utiliza. En este caso, la del gobierno de Syriza. Utilizar al pueblo para abdicar de sus obligaciones como poder instituido constituye una práctica perversa.” es, además de una solemne tontería, no haber entendido nada de lo que sucede en Grecia.
Se puede o no estar de acuerdo con la estrategia populista de Tsipras; pero luego ha dado al mundo una lección de Democracia que nada tiene que ver con barro alguno y mucho menos con enfrentamientos cainitas.
Todos los griegos sabían y saben de sobra lo que habían votado y lo que han vuelto a votar, y sus posibles consecuencias. El ejercicio democrático nunca puede ser cobarde o perverso sino su ausencia.