Antes de que se abrieran las dos grandes hojas de su Puerta Grande, Jésica daba la bienvenida a los visitantes y les predisponía para lo que iban a ver: La Merced, pero desde otro punto de vista, con otra perspectiva, con diferentes matices. Se abrieron las puertas y llegó el detalle minucioso de cómo se gestó, nació, brilló, se apagó, resucitó y sigue brillando el viejo coso de Las Colonias, hoy de la Vega Larga. La plaza de toros de siempre de Huelva. Ésa que ayer la ciudad descubrió con otros ojos…
Ya en el ruedo, siguieron las anécdotas que forman parte también de la historía más íntima del edificio, esas cosas que le han ido dando vida y personalidad. Todo en orden hasta que… irrumpió en el ruedo José, un subalterno en busca de su matador, desaparecido en combate a escasos minutos de tener que hacer el paseíllo. Vestido de gris y plata, José andaba preguntando por el maestro, por dónde podría estar, por que otra vez se había perdido cuando todos le buscaban. Su llamada encontró respuesta tras varios intentos y el torero, El Niño del Conquero, vestido de nazareno y oro, apareció de entre el tendido alto de La Merced. Allí andaba «en otras cosas», decía… Compareció en el ruedo no sin muchas ganas… Que el valor nunca fue su gran virtud. Con aires siempre toreros, eso sí, el matador saludó a su público y le explicó a José, su banderillero, que hoy no tenía el cuerpo para torear, que el piso estaba seco, que hacía mucho calor… Excusas de torero que hoy no tenía su día. Pero tuvo que aparcarlo todo cuando sonaron clarines y timbales y se abrieron las puertas de toriles. Apareció el toro y El Niño del Conquero se puso a lancearlo a la verónica con apariencia de haber superado ese desdén inicial. El público jaleaba sus lances, el diestro se gustaba hasta que… un ligero roce del toro con el pitón le desarmó y le desalmó y rápido pidió la asistencia médica y el traslado a la enfermería. Allí pasó para ser atendido hasta que comprobó que, menos miedo le daba el ruedo que el quirófano…