El presunto autor del crimen de la bebé de 16 meses de La Palma del Condado, Jonathan Moya, ha asegurado que la pequeña se le cayó «accidentalmente» de una «mesa» mientras le «cambiaba el pañal» en el interior del cortijo familiar en el que la mantuvo retenida pero que no murió «en ese momento», al tiempo que ha afirmado que fue idea de su «amigo Raúl liarla en plástico y tirarla a la balsa», en alusión al desimputado en la causa Raúl R.F.
«Sentí el palmetazo en el suelo, la cogí, estaba llorando pero se calló y le eche agua en la cara y la frente. Espabiló un poco pero no se tenía en pie. Luego se quedó como dormida y llamé a Raúl, que me dijo que estaba subiendo. Cuando llegó, me dijo: ‘la hemos liado y no vamos a ver ni un duro’, y dijo que había que deshacerse de ella aunque yo quería llevarla al médico», ha asegurado a preguntas del fiscal Moya, quien ha entrado en sala con un pasamontañas calado hasta el cuello para ocultar su rostro.
Esposado durante toda la sesión a voluntad de la Policía Nacional que le custodia y el fiscal pese a la solicitud de su abogado defensor, quien ha pedido que se le retiren los grilletes, el procesado, de 28 años, ha explicado que separó contra su voluntad a la pequeña de su madre «para darle un susto» debido a que no le había contado su pasado trabajando «en un club de alterne» y no era «una madre normal, pendiente de su hija», aunque posteriormente ha señalado que su amigo Raúl «me dijo que había gente que pagaba hasta 50.000 euros por una niña».
«No queríamos venderla, en realidad queríamos estafar al tío y repartirnos el dinero al 50 por ciento», ha subrayado reconociendo a continuación que «se siente responsable por lo que ha pasado» aunque para repetir, en dos ocasiones, que él quiso «en todo momento llevarla al centro de salud de Abla porque yo pensaba que estaba viva» pero que su amigo no quiso. «Me dijo que me olvidara de que la niña o yo nos subiéramos a su coche», ha apuntillado.
En esta línea, ha afirmado que Raúl, para quien el juez instructor decretó el sobreseimiento de la causa en la que estaba imputado por presunto encubrimiento al no hallar indicios suficientes de su participación, le dijo que no se entregase «como yo quería a la Guardia Civil» ya que «entonces yo le iba a delatar a él», y que le insistió en que «había que deshacerse de esto» pese a, según ha apuntado, que le dijo «no, Raúl, que yo tengo un hijo», a lo que este le respondió que «tenía que echarle cojones».
«Fue Raúl, porque yo estaba paralizado, en shock, y aunque yo le pegué el tirón para que no lo hiciese, fue él quien la envolvió en plástico y tiró la bolsa con ella dentro a la balsa. Me preguntó si había zanjas cerca para enterrarla, vimos agujeros pero eran poco profundos, y al final llegamos a la balsa. Él saltó la valla y yo le di la bolsa. Yo me bajé del talud después y no lo vi, pero sentí un ruido como una salpicadura de agua», ha dicho.
CONTRADICCIONES
La primera parte de la declaración de Moya, «coincidente» tal y como ha destacado su abogado defensor en su mayor parte con la que prestó «de manera espontánea y sin fabulaciones posteriores» en la Comandancia de la Guardia Civil después de ser detenido; ha transcurrido casi sin interrupciones por parte del Ministerio Público, que ha esperado a que ofreciese su versión para, a continuación, intentar mostrar las contradicciones en las que habría incurrido.
En este punto, los integrantes del jurado popular han visto por primera vez las fotos obrantes en la causa de la autopsia de la bebé, lo que ha causado conmoción. El fiscal ha intentado desmontar así la explicación dada por Moya González de que se cayó supuestamente de la mesa donde le cambiaba el pañal sobre «el lado izquierdo», ya que la pequeña tenía contusiones en ambos lados del rostro y en la frente y el que haya asegurado que, tras el golpe, la pequeña no sangró ya que en el cortijo se encontraron «una servilleta y una toallita con restos».
Con respecto al móvil que le empujó a llevarse a la bebé sin autorización de su madre, lo que ha reconocido y por lo que se siente «culpable»; el acusado, quien se ha negado a mirar las fotografías de la pequeña y a contestar a las preguntas que a colación ha hecho el Ministerio Público, ha insistido en que quería darle «un susto» a la que había sido su pareja y con cuya familia había residido dos semanas en Palma del Condado. «No la veía centrada, le daba igual todo, no como la madre de mi hijo, que es responsable. No digo que no la quisiera pero sí que era muy descuidada», ha manifestado.
Luego, ha explicado que cuando le contó «a Raúl» que había quedado con Gema Cuerda, «él me dijo que había gente que se dedicaba a comprar personas y que conocía a un tal Pepe. Todo eso fue cosa de Raúl y el dinero, 50.000 euros, nos lo íbamos a repartir aunque la idea era tangarle, estafarlo, no íbamos a darle a la niña», ha reiterado.
«HE PODIDO ESTAFAR A DIOS Y A SU MADRE PERO ESTO NO LO HE HECHO»
«A mí que me caigan los años que me tengan que caer pero que quede claro que nunca se me ha pasado por la cabeza hacerle daño a la niña ni a la madre. He podido estafar a Dios y a su madre pero esto no. Fue él», ha trasladado cuando ha sido preguntado acerca del porqué modificó su versión con posterioridad, le exculpó ante el juzgado instructor y llegó a escribir una carta «en la que le pedía perdón» por haberle incriminado.
Moya González, tras reconocer que las versiones posteriores a las que inculpaba a otras personas, incluso al padre de la menor, eran «mentira», ha hecho referencia a las conversaciones que ambos mantuvieron en prisión. «Él me dijo que para qué nos íbamos a comer el marrón los dos y me dijo que cuidaría de mi hijo. Además, su madre ha estado dándole ropa, me han estado ingresando dinero en la cárcel e, incluso, me llegaron a ofrecer una cantidad importante, 7.000 euros», ha indicado.
En la misma línea de hacer evidentes posible contradicciones como que, en un primer momento, dijo que se había llevado a la bebé aprovechando que su madre se había bajado del coche para empujarlo, un extremo que este lunes ha desmentido; ha discurrido el interrogatorio del abogado que ejerce la acusación particular, Julián Cazorla, tras el que ha llegado el turno de la defensa que lleva el letrado José Ramón Cantalejo.
En primer lugar, ha intentado distinguir entre el físico actual de Moya González, de gimnasio, y la envergadura que él tenía hace tres años, cuando sucedieron los hechos, de cara a intentar demostrar que no pudo deshacerse en solitario de la bolsa de deporte de 47 kilos con el cuerpo de la niña dentro, su «ropita» y 15 piedras, y en segundo, se ha centrado en lo «espontáneo» de la declaración en sede policial.
Así, le ha preguntado cómo era conocedor en el momento de su detención de que la Guardia Civil había interrogado a Raúl R.F. y que este le había hablado de la «dureza» de uno de los agentes, a lo su defendido ha respondido: «Porque me lo dijo él mismo el día 25» para sembrar la duda sobre si este estuvo o no en el cortijo donde tenía retenida a la niña ya que «sabía algo que sólo le podía haber dicho él mismo», según ha subrayado.
Ante la ausencia de restos biológicos que señalen a Raúl, el acusado ha dicho que ese día «llevaba gorro y guantes de lana» y ha repetido que «no le dejó» subirse «en su coche con la niña». Por último, ha subrayado que «nunca» ha sido condenado «por delitos violentos».
La Fiscalía solicita penas que suman 26 años de prisión, que la acusación particular eleva a 29 años, mientras que la defensa considera los hechos constitutivos de delitos de lesiones y encubrimiento con la atenuante de arrebato u obcecación por los que pide dos años y 18 meses de cárcel, respectivamente.