El PSOE de Huelva se ha comprometido, en caso de victoria electoral, a invertir en infraestructuras provinciales. Toma ya. Como si no hubieran tenido tiempo en legislaturas anteriores. Como si no hubieran contado bastantes trolas con los puentecitos, las autovías y los trenes de la renfe. Como si alguien se hubiera creído alguna vez que el Banco de España de la Plaza de las Monjas se convertiría en museo. Y así, hasta decir basta.

Por más que lo firmen ante notario y lo prometan/juren ante lo más sagrado, no me convencerán los trileros de la política. Especialmente aquellos que de ella han hecho profesión. Díaz Trillo afirma que las inversiones van a ser reales. Y qué significa eso de reales. Acaso de que no valen un real. Como la palabra de tantos señoritos que han vivido del presupuesto público a costa de mentiras arriesgadas. En tanto, su colega Guerra, don Manuel, el tránsfuga de Izquierda Unida que se cambió la chaqueta de pana por la de terciopelo de diputado, se apunta al mensaje falaz de su colega de partido.

Pero de qué hablan estos dos prohombres del psoecialismo más reaccionario. O es que van a lograr que el AVE tenga su sede en Huelva si Sánchez llega a ser presidente del Gobierno. A sabiendas de la imposibilidad de este suceso, salvo que un nuevo tripartito funesto al estilo catalanero de Montilla, se imponga por las malas, pueden prometer, y prometen, que del cielo caerá el maná y de la tierra las comunicaciones siempre soñadas y nunca realizadas. La pesadilla de esta Huelva de nuestras entrañas se materializa en los embustes de los politiquillos de bajo fuste, nula basa y ausente capitel.

Pues claro que sin infraestructuras, Huelva seguirá en la cola de España y en el medio centro de Marruecos. Si encima aparece Caraballo, desde su poltrona diputacional, y nos traslada el mensaje de la solidaridad de los pueblos de la provincia, entonces es que la risa me ataca directamente las meninges. Estos señores del trampeo dialéctico y de la burla institucional, que juegan entre los intersticios de la Junta y del Partido –subsumida la primera en la segunda organización-, son capaces de vendernos que si triunfa Sánchez, se erradica el paro en un par de meses y desaparece la corrupción en un cuarto de hora. Será mejor para todos que sigan hablando de la memoria histórica. Al menos, la ciudadanía ya sabe qué pescado puede adquirir.

Personajes de la vida pública, ya sea de la derecha o de la izquierda, lanzan sin cesar frases grandilocuentes, ampulosas, plenas de ética, conscientes de que las palabras, especialmente las vacuas, se las lleva el viento. Venden humo. El vacío de su discurso ataca el estómago de los más saludables. Son manipuladores de individuos y de colectivos, de muchedumbres y de masas. Arrojan sobre las multitudes textos tan vagos y ambiguos como el de invertir en infraestructuras reales y los acompañan de expresiones hermosas como libertad, solidaridad o fraternidad.

La cercanía de las elecciones es el escenario perfecto para que los voceros del poder nos revelen su incoherencia y, sobre todo, su catadura moral. Alguien dijo que es más fácil amar a la humanidad que al vecino. El mejor medio de desnudar a esta gente es preguntarle sobre qué infraestructura de Huelva van a trabajar con todas sus fuerzas. Que nos digan una. Solo una. A ellos les dirijo estos versos del extraordinario León Felipe: “sistema, poeta, sistema; empieza por contar las piedras; luego contarás las estrellas”.

Pobres indios. Nosotros.