Ha tenido que ser un arqueólogo –Diego González Batanero– y un periodista de un medio de comunicación –Eduardo Sugrañes, de Huelva Información– a través de los cuales se ha tenido que enterar la ciudad de Huelva del atentado arqueológico que se ha producido en el yacimiento de La Orden-Seminario.

Que el Ayuntamiento de Huelva y la Junta de Andalucía, como máximo veladores del patrimonio de la ciudad, no se hayan dado cuenta de que una empresa estaba utilizando un terreno de gran valor arqueológico para llevárselo de relleno a las obras del AVE es algo que llama poderosamente la atención. El daño –no sé sabe hasta donde puede alcanzar por el momento– ya está hecho y ni sanciones ni denuncias antes la Fiscalía van a restituir todo lo que se haya destruido.

El pasado mes de noviembre, durante dos jornadas, tuvo lugar un encuentro de investigadores y profesionales de la arqueología, en el que se analizó el yacimiento de La Orden-Seminario, en el que se ha puesto al descubierto la existencia en la ciudad de Huelva de asentamientos humanos de hace más de 5.000 años.

«El patrimonio Huelva pone de manifiesto que en nuestro territorio existieron asentamientos de civilizaciones en el año 3.000 antes de Cristo. El hallazgo del yacimiento arqueológico de La Orden-Seminario hace diez años se convirtió en un uno de los acontecimientos más importantes de la historia de la arqueología reciente en nuestra provincia, y supuso un punto de inflexión, ya que la localización vestigios que van desde el Neolítico hasta la Edad Moderna superó en cantidad y en calidad los hallazgos que se habían encontrado hasta el momento”. La frase es de la delegada de Cultura en la inauguración del seminario y pone de manifiesto la importancia de los restos encontrados y por estudiar en La Orden-Seminario.

Dentro de los objetos encontrados destacan la treintena de ídolos, que han despertado gran interés entre los investigadores. Poseen un fuerte valor simbólico y manifiestan parte de las creencias religiosas y de los ritos colectivos necesarios para reforzar la cohesión social de la comunidad y reafirmar su identidad cultural.

Con un total de 32 piezas, presentan distintos tamaños y formas: ídolos cilindro, betilos y ‘tolva’, que fueron tallados y pulidos en diferentes materiales como la caliza marmórea, el marfil y el hueso, destacando los decorados con motivos de ojos solares o con círculos concéntricos, cejas y líneas quebradas denominadas tatuajes faciales.