(Texto: Paco Velasco) Si la investidura es la acción de investir, la desvestidura debiera definirse como la acción de desvestir, por más que la Real Academia de la Lengua no recoja este sustantivo en su Diccionario. Desvestir como desnudar en todo o en parte. Desvestir como despojar o desvalijar o desplumar.
La sesión de investidura que se anuncia para el inminente día 1 de marzo será, en realidad, el suceso de la desvestidura. Salvo cataclismo, milagro o misteriosa estrategia suprema. Pedro Sánchez, líder, ejem, Felipe, del PSOE, no conseguirá la tan ansiada dignidad presidencial del gobierno de España. Basta un par de operaciones aritméticas y una leve reflexión sobre los intereses del comité federal del partido que, otrora, consiguió 202 escaños, para advertir que la cera que arde es escasa. Tan exigua, que ni Albert Rivera ni Pablo Iglesias pueden mantener encendido el cirio/alboroto por más que la Semana de Pasión anuncie el estallido procesional de todas las primaveras. Ni hay costalero ni hay pasos. Por no haber, ni siquiera público.
No obstante el resultado de las votaciones, sí es una evidencia que el señor Sánchez nos ha dejado momentos espectaculares de su capacidad de hacer ridícula y maniobrera propaganda preelectoral. El hombre ha llevado a cabo una pobre reedición de los contactos del Jefe del Estado con los representantes de los distintos grupos políticos. A veintisiete fotografías diarias, por un mes de posados inacabables y ridículos, tropecientas imágenes del fracaso ético y político del personaje. Negociar, de un lado, con Iglesias y, de otro, con Rivera, escenifica la catadura moral del presidenciable.
Lo de Podemos tiene un puntito de gloria. Esta gente no engaña a nadie. Dicen lo que quieren, se reparten los cargos y nos anuncian el reino underground de la riqueza para todos los españoles, salvo los catalanes y los vascos que, merced al referéndum del movimiento podemita, podrán separarse de España a poco que se les dibuje en papel higiénico la puerta de salida. El gobierno de estos señores sería, vaticino, una hecatombe sin paliativos. Entre la dictadura de Franco y la dictadura de Stalin, me quedo con la del primero, que ya tuve el infortunio de conocer. Al menos, los veo venir. Su retrato, en blanco y negro, nunca estará colgado en mi casa de las libertades.
Cosa distinta es el icono del PSOE de Pedro Sánchez. El hombre nos describe su semblanza en tecnicolor sin darse cuenta de que su reputación se ha rebajado a nivel de emblema del reptil sin escrúpulos ideológicos. Que carne, carne. Que pescado, pescado. Que vegetal, vegetal. Lo mismo le da que le da lo mismo. Este señor sonríe a la derecha, a la izquierda y al centro con la afectación propia del divo venido a menos. Es todo un palíndromo. En vez de emplear palabras que se leen igual de derecha a izquierda que de izquierda a derecha, utiliza ideologías, programas, doctrinas y lo que sea menester con tal de no salir demasiado escaldado en su repugnante carrera hacia un poder cuya meta es inalcanzable por sus méritos particulares.
El gran Francis Bacon decía que él quería eliminar de sus cuadros el alto componente de convención y de apariencia que comportan. Proyectado a la etopeya de Sánchez, su deseo pictórico sería imposible. Toda su figura está impregnada de ese querer ser lo que no es y de esa huida del reconocimiento de su triste imagen política. Imagen en pelota picada.
Con todo, agradezco que, a la fuerza ahorcan, se haya decantado por una coalición con la derecha de Ciudadanos y no por un conciliábulo letal con la ultraizquierda de Podemos, de Irán y de la Venezuela de Maduro.
2 comentarios en «TERETES.
Retrato en pelota picada.
[Paco Velasco]»
Acabado el 1º Acto de «El Candidato no investido», ahora queda el 2º y último acto de este Sainete que bien pudiera ser de Jardiel Poncela o del costrumbrista Carlos Arniches. El infausto candidato, comprobada la inutilidad de su pacto con Ciudadanos para alcanzar su gloria vanidosa y política, se verá obligado muy a su pesar, de romper su breve «noviazgo» con Albert Rivera y se verá ante la vicisitud que ya padeciera el Rey Danés en Hamlet. «Ser o no ser, esa es la cuestión», es decir, rogar los brazos de Pablo Iglesias y su lengua de la Cal Viva o iniciar una travesía por el desierto «desvestido» de todo poder. Ahora está muy debilitado como para negar Vicepresidencia y ciertos Ministerios. Mientras Felipe González entre sollozos clamará venganza.
Memorable.