No recuerdo mayor dolor que la pérdida de alguien a quien quieres y admiras, sobre todo si forma parte de ti o tú procedes de él.
Literalmente, algo se te parte dentro y te sientes impotente, hundido, sin ganas de vivir. La sensibilidad y el sentimiento llegan a unos extremos sin límite.
Hay que ser malnacido para aprovechar ese momento e intentar hacer daño, a ti y los tuyos, amigos o familia que en ese lamentable acontecimiento os unís en un duelo, a veces sin precedentes, sobre todo cuando el suceso, el fallecimiento, no ha seguido el reloj biológico que da salida primero a los mayores, que pueden estar ya cansados de la vida o sufrir los daños de alguna enfermedad pertinaz.
Si ningún fanatismo es bueno, el que han demostrado algunos desalmados, cuyas declaraciones o intervenciones en las redes sociales suponen una vejación sobre el respeto hacia el torero fallecido, Víctor Barrio, que ya no está para defenderse y hacia su familia que jamás se puede encontrar en esos momentos a la altura de hacerlo, supone tal nivel de cobardía que merecería cárcel o una ejemplarizante sanción. Tampoco sería mala idea condenarlos al ostracismo, como se hacía en la antigua Grecia con los ciudadanos peligrosos para la ciudad inadaptados a la sociedad, defiendan lo que defiendan.
Vengo a imaginar que la manta de estúpidos que han comentado su satisfacción por la violenta muerte del torero en defensa de los toros, no comerán carne, ni pescado, ni ovo lácteos, ni productos de huerta que a la postre, como la vegetación de la selva, tiene el fin de transformarse en semillas al madurar y no nacieron para ser devorados, arrancándolos de sus plantas.
También que no matarán moscas, ni mosquitos, que no se pondrán zapatos de cuero, que no se subirán en un coche que tenga ese tipo de asiento, que no habrán tocado jamás un papel procedente de ningún árbol y que se limpiarán el culo con una piedra que después de lavar colocarán en su sitio estratégico del planeta.
Entiendo que estos depravados defensores de la vida, jamás tomarán ni se medicarán con defensa química o natural que pueda acabar con sus virus o bacterias, organismos vivos que no entienden de tradiciones ni folklores curativos u otros procedimientos de mierda. Que tampoco se lavarán ni ejercerán ningún tipo de desinfección contra las plagas de ácaros que pueblan nuestro cuerpo, dado que forman parte de submundos que existen como nosotros.
En Francia se condena a una pareja de veganos por la muerte de su bebe de 11 meses por negarle los nutrientes necesarios al solidarizarse con los animales tras ver un documental de mataderos. Pienso que sobra la sentencia, que ya cumplirán de sobra con su pena.
Ineludiblemente el toreo es un arte, que te puede gustar o no, te puedes manifestar en contra y buscar los medios legales para que desaparezca, pero manifestarte públicamente para hacer sufrir a su familia en momentos sobrecogedores, eso sí que es una animalada, o de alguna manera querer hacerse protagonista alguien que no vale para nada.
El humanismo marcó un hito en la historia que los muchos impresentables están intentando borrar, pero afortunadamente tienen una meta imposible de lograr.
Federico Soubrier García
Sociólogo y Escritor