(Texto: Sindicato Andaluza de Bomberos)   En el día de ayer, el presidente del Consorcio Provincial de bomberos, Cristóbal Carrillo de la mano de uno de sus mandados, José Fernández (Vicepresidente de Diputación, concejal del Ayto. de Huelva y por si le faltaba un cargo, Vicepresidente del Consorcio) se da el gusto de publicar que “se retoman las negociaciones con los sindicatos legitimados a negociar las condiciones de trabajo de sus funcionarios”. Noticia con olor a la más rancia podredumbre del sindicalismo de barriga agradecida.

Para público conocimiento, recordamos desde estas líneas, que la representación unitaria de los trabajadores, la Junta de Personal, o hablando en plata: los representantes de los trabajadores del Consorcio, está formada por 9 miembros. En las últimas elecciones, el sindicato de los bomberos (SAB) obtuvo 7 representantes, CSI-CSIF y CCOO tan solo 1, mientras que UGT ni siquiera formó lista de candidatos, absteniéndose de representar a los funcionarios de los Bomberos de Diputación.

Ayer nos anuncian que la dirección del Consorcio va a reunirse con todos los sindicatos menos, que casualidad, con el que ganó de forma abrumadora las últimas elecciones. Visto desde la distancia la noticia puede parecer hasta cómica, pero en la práctica se evidencia una situación dictatorial que roza lo mafioso al quedar pisoteados los más básicos principios constitucionales y de libertad sindical de los trabajadores. Carrillo, sin más argumento que un informe jurídico, hecho a medida por uno de los que cobra del Consorcio a tiempo parcial, dice que el SAB no está legitimado para negociar, asegurándose así que ningún bombero negociara las condiciones laborales de los bomberos. Desde el sindicato de los bomberos, y con jurisprudencia en mano, se dice que eso es absolutamente falso, que no es más, que una forma más de represión de la clase política contra la clase obrera y en favor del sindicalismo de clase.

EL PORQUÉ DE LAS COSAS.

Pero ¿por qué una administración da la espalda al sindicato que votaron sus trabajadores y se busca un tingladillo de opereta para negociar el reglamento de sus funcionarios?

En este caso la respuesta es sencilla: La UGT del Consorcio, es una hija de una exdirigente socialista de Punta Umbría, actualmente trabaja de administrativo con horario de ocho a tres, pero “con horario flexible” y con un sueldo superior al de cualquier diplomado universitario, léase, maestro de escuela, enfermera, o arquitecto técnico. Sin perjuicio de algún que otro plus para gastar en ropa, ya que no le acomoda llevar uniforme oficial. Por si esto fuera poco, una de sus hermanas entró en el servicio para una sustitución de 4 meses, y ya va para más de un lustro que trabaja en las mismas condiciones que la mencionada “sindicalista”. Esta señora no solo debe favores, también debe su posición y la de su hermana.

La CCOO del consorcio es un exjefe de bomberos, de los que sobraban, porque la cantidad de altos cargos en relación con la plantilla operativa era ya inasumible. A fecha de hoy aún busca su antiguo puesto y no escatimará en favores para conseguirlo.

El CSIF del Consorcio representa a un grupo de 10 o 12 privilegiados que, con un simple graduado escolar, y sin proceso selectivo alguno, ostenta cargos de jefatura, con horario de ocho a tres “flexible” y con sueldo superior a cualquier ingeniero superior o médico especialista.

Con esas cartas, la partida es clara. Los dirigentes del Consorcio pretenden pisotear las condiciones laborales del grueso de la plantilla, meter mano en sus carteras y obviar la seguridad y los derechos de los bomberos de a pie. Los que se juegan el pellejo a diario y que alzan la voz para denunciar las precariedades de un servicio cogido con alfileres. En contraposición a esto, no dudaran en redactar un reglamento a su medida para beneficiar a unos cuantos y agradecerles de este modo su silencio y su connivencia en la calamitosa gestión del servicio. Ante todo esto, Caraballo, el viejo polluelo que hace años voló del nido de UGT, mira para otro lado y dice que no sabe nada, porque él, aun sabiendo más que casi todos nosotros, casi nunca sabe nada.