Como elección tras elección el socialismo va teniendo menos predicamento y cede posiciones frente al comunismo disimulado de Podemos y Las Mareas, la crisis interna del PSOE, como es sabido de todos, no cesa. No es únicamente que Pedro Sánchez no muestre un mínimo de sensatez política y abandone voluntariamente la secretaría general del partido, sino que la misma dirección colegiada de la organización ha sido incapaz de dar respuesta adecuada a unas circunstancias de continuo languidecimiento. Pero desde mi punto de vista, la situación socialista responde también a otras claves de índole más sistémica.
Si bien es cierto que el socialismo o la socialdemocracia, como ahora gusta decir, perdió su autonomía ideológica y pragmática hace tiempo, con políticas liberales propias de cualquier partido de centroderecha, no lo es menos que la pertenencia a la UE no le deja mucho más espacio en el que nadar. Pero, además, al estar el sistema mismo en crisis, encuentra gran dificultad para estar en misa y repicando, a saber, para defender por un lado la unidad del Estado español y tener que lidiar con partidos federados como el PSC que es cada vez más catalanista y menos socialista y, desde luego, ni de lejos español.
Insistimos una vez más. La Constitución del 78 es cosa muerta hace tiempo, al menos en aspectos tan cruciales como la distribución territorial del Estado. Que España deba ser federal o no me parece que a estas alturas es asunto baladí, puesto que el órdago catalán nada tiene que ver con el federalismo, sino con la independencia. Por otro lado, la corrupción endémica en la clase política -en la partitocracia tradicional-, ha hecho que cada vez menos personas crean en los partidos tradicionales y, así, como decía más arriba, el hundimiento socialista es producto cada vez más de una crisis de sistema que, desde mi punto de vista y como es bien sabido por quienes me leen, solo se arregla con la abstención masiva del electorado y no con el traslado a otros partidos que van a dar más de lo mismo o peor aún.
El sistema del estado español, desde la ley electoral hasta la estructura territorial, como decía más arriba, hace aguas. Muchos ciudadanos han creído que el asunto se arregla con el traslado de votos de unas formaciones antiguas a otras nuevas pero, a la vista está que eso no está resultando en solución alguna porque el régimen se basa en los líderes y sus formaciones y no en los intereses supremos de los ciudadanos. De otro modo, ya se habría formado gobierno hace tiempo, con sacrificio de socialistas o no porque, hasta donde yo siempre había creído, la política es servicio público y no enriquecimiento personal o todavía mayor crecimiento de egos que ya no pueden contenerse en ellos mismos. Lamentablemente, uno de los grandes problemas del socialismo español en la actualidad es el inmenso ego del Sr. Sánchez (pido disculpas por el enjuiciamiento), que persigue la presidencia del gobierno incluso pasando por la casi desaparición de su partido. Ni le mueve la ideología ni mucho menos el bien de los ciudadanos, sino ser él mismo reconocido por encima de todas las cosas y, si es posible, desde la presidencia del gobierno aunque cuente con un escuálido grupo parlamentario.