Los accidentes infantiles, producidos dentro y fuera de nuestra casa, constituyen un problema de envergadura y es motivo de preocupación en las sociedades de los países industrializados. Su índice de mortalidad es cada vez más elevado, y mayores y más graves son las consecuencias que de ellos se derivan; siendo los agentes básicos de los mismos: el tráfico, el fuego, la electricidad, los productos tóxicos, los objetos punzantes, etc. Y es en los primeros años de la vida de los niños cuando los accidentes se prodigan con más frecuencia. Prevenir este tipo de accidentes es difícil, por lo que la Organización Mundial de la Salud señala que: “el accidente no es accidental, el accidente es evitable y hay una vacuna contra el accidente y esa vacuna es la educación”.
Se sabe, que los accidentes infantiles son la primera causa de mortalidad en niños a partir del primer año de vida; que son una causa elevada de morbilidad en la primera y segunda infancia; que son uno de los motivos más frecuentes de absentismo escolar y provocan un alto coste de secuelas e invalidez; y que son susceptibles de ser evitados, en su mayoría, con la puesta en marcha de normas de prevención a nivel legislativo y educativo debidamente coordinadas. Así, aunque en los últimos años se han dedicado esfuerzos, recursos y estudios sobre este tema, son muchos más los que su importancia reclama. En cuanto a los accidentes infantiles más frecuentes, podríamos destacar los que se producen por caídas, intoxicaciones, ahogamientos, electricidad, manipulación de juguetes, tránsito, quemaduras, sofocación, armas de fuego, etc.; dependiendo todo ello, de los tramos correspondientes en lo que a la edad se refiere.
Hablando de las medidas de prevención para este tipo de accidentes, diremos que las mismas deberían descansar sobre tres pilares fundamentales: A) Conocimiento del problema o estudio epidemiológico para saber de qué forma se accidentan los niños, por qué causas, en dónde, a qué hora lo hacen… Es decir, hemos de detectar aquellas peculiaridades de importancia en nuestro entorno, intuyendo las quemaduras, los incendios o la costumbre de acumular medicación en lugares de fácil acceso. B) El factor educativo en el que deben estar implicados los profesionales dedicados a la atención infantil directa o indirectamente, como son las guarderías, colegios o centros sanitarios; abarcando, además, a educadores, trabajadores sociales, periodistas, urbanistas, arquitectos, ingenieros, personal de enfermería, médicos, padres, asociaciones de padres de alumnos, asociaciones de consumidores, asociaciones de vecinos, etc. C) El aspecto jurídico, en el que el desarrollo legislativo en materia de seguridad infantil, tanto a nivel autonómico como del Estado, sería un arma imprescindible y de alta efectividad en la prevención de accidentes.
Es, pues, el problema de los accidentes infantiles un problema de salud grave que precisa del concurso institucional, profesional y social para ser atacado con ciertas garantías y reducirlo. Los accidentes son evitables, si tenemos una información suficiente y desarrollamos las normas y recursos para evitarlo.