(Texto: Rafael Núñez Rodríguez) Dicen que las catedrales góticas perdieron el peso del cemento y la argamasa. De esa manera la catedral fue capaz de expandirse hacia los cielos. Los crímenes de Niebla parecen una ligera pero sólida catedral gótica. La novela se asienta sobre la base de una narración ligera de elementos técnicos pesados. La novela presenta unos personajes que cualquiera que hubiera vivido en los años ochenta se habría encontrado por la calle. Los materiales narrativos ayudan a que sea un texto con la ascencionalidad de una catedral gótica. Una narración hábil y con un lenguaje directo. Ese lenguaje constituye los nervios de una catedral y sostienen una cúpula de ficcional, que aparenta una realidad tan cercana como perdida.
Conozco bien el texto desde su manuscrito hasta su publicación. Conozco muy bien el trabajo de corrección que ha realizado Francis Vaz. Precisamente, esa corrección es la que otorga a su novela la categoría de catedral. Si entras en ella verás una realidad tan clara como unas vidrieras. Su ligereza es palpable en como administra el secreto que devora a sus protagonistas, que no es tal secreto, si eres un lector curioso. Si lo eres piensa en esas causalidades que nos llevan a perder el control y como nos pueden cambiar la vida. Quizá ese espacio ficcional de la novela al estructurarse entre muralla aísle y presione aún más a los personajes. Quizá, digo, porque te toca a ti, lector curioso, pensar si ese secreto podría ser oculto bajo el sol y si son esos muros silentes, los que saben ocultar todo aquello que la novela no dice aunque lo cuente.