(Texto: Paco Velasco) La gente de mi edad, creyente o descreída, estudió historia sagrada en la escuela. Desde niños, el evangelio ha formado parte de nuestra educación. Convendremos en que, despejadas las reticencias religiosas actuales, aquellas enseñanzas han quedado grabadas a fuego en nuestro consciente. Así, utilizamos el “si Dios quiere” como la expresión máxima de nuestra voluntad de alcanzar algo. Entre las frases que más han castigado la mente crítica de este relator, figura la de “poner la otra mejilla”. Y hasta ahí llegué desde que tuve uso de razón.
Me viene a la cabeza el cachondeo que el señor Trapero se trae con el Estado español. El mercenario jefe de la banda golpista de Puigdemont reclama al Fiscal del Tribunal Superior de Cataluña la coordinación de las fuerzas policiales. No el coronel de la Guardia Civil, no. Tiene que ser él. Para eso es el Mayor de los Mossos d´Esquadra. El golpista asume la defensa contra los golpistas. Los españoles ya hemos puesto una mejilla. Trapero quiere que pongamos la otra. En realidad, el problema no es este hombre. A él le pagan, y bien, para eso. El problema reside en el complejo que tenemos los españoles. No sé si de cristianos quijotes o de quijotes cristianos. Sea como fuere, quienes nos hemos abstraído de lecturas infantiles y de experiencias de adultos, decimos que ya basta. Qué digo decimos. Gritamos. Ya basta.
En una democracia como la nuestra, la defensa de los derechos y libertades de los ciudadanos radica en las leyes. Ya está bien de que nos rompan la cara. Trapero debe ser destituido de inmediato. Después de él, los jefes de la manada secesionista. No hace falta enchironarlos. Simplemente ponerlos en su sitio, a disposición del juez predeterminado. Esta gente está creando un inadmisible estado prebélico que rompe familias, amistades y la sociedad toda. La rebelión puede truncarse hoy con las fuerzas de seguridad del Estado, pero nunca se conseguirá con la policía autonómica catalana. Al menos mientras al frente de la escala básica se encuentren los golpistas golpeadores.
Por cierto, me complacen los vítores a la salida de guardias civiles a Cataluña. Pero al tiempo, me estremezco al pensar dónde estamos llegando. Cada día que pasa, más me acuerdo de mi querida Constitución y, en este caso, de su artículo tabú: el 155. Hasta cuándo habrá que esperar.