(Texto: Juan Andivia) En la continuación de la crónica sobre el Seminario Internacional La palabra silenciada, celebrado en Córdoba, le llegó el turno a una de las autoras que más están destacando en la actualidad, la poeta granadina Trinidad Gan, que ha publicado Las señas del pirata (1999); Fin de fuga (2008), galardonado con el XX Premio de Poesía Ciudad de Cáceres y Caja de fotos (2009), que fue Premio Surcos. Su poema “El fugitivo” obtuvo un accésit en los Premios del Tren (2009) y acaba de merecer el XX Premio Internacional Generación del 27, con el poemario El tiempo es un león de montaña.
Su aparición tardía en el mundo de la edición no menoscaba un estilo bien definido que se concreta en plasmar lo que la pupila de una amante del teatro, de la lectura y de la observación ve en la realidad circundante. Su poesía desea conformar, “más que una voz, una mirada”, como ella misma menciona en una improvisada Poética y en los versos que nos regaló aparecieron escenas cotidianas, temores comunes, amores y espacios que hemos de habitar o que nos habitan. También aclaró que el título de su último libro es la traducción de un verso del poema “Una mujer se baña” de Raymond Carver: “Time is a mountain lion”.
Después, tomó la palabra Encarna León, melillense de Granada o viceversa, que tiene editadas quince obras de poesía, una colección de diez títulos de poesía infantil, trabajos en prosa y narrativa. Colabora en revistas literarias nacionales, programas de radio y TV y desarrolla una amplia actividad cultural, que le ha valido más de una docena de homenajes y reconocimientos. La Consejería de educación de Melilla creó un Certamen internacional de relato que lleva su nombre y es miembro de la ACE desde 1988 y de la Asociación de escritores y críticos literarios del Sur desde 2003.
Encarna expresó que, en su trasterrar voluntariamente aceptado, añora cada orilla del mediterráneo y, quizá por eso, nunca ha dejado de vislumbrar su entorno, presentarlo y relacionarlo con los elementos mitológicos y vitales que lo componen. En su último libro Rumor de oleajes se percibe ese mar, sus melodías, sus sabores, pero con un lenguaje cuidado y cálido, lejos de ese otro posible que denunció en su poema “Modas”.
Para finalizar, intervino Ana Rosetti, de San Fernando (Cádiz) a quien huelga presentar a los amantes de la poesía, porque sus versos han estado desde 1980 en todas las antologías, en todas las páginas, en todas las palabras evocadoras o trasgresoras y en todo lo que el mundo literario abarca: teatro, como actriz y como adaptadora de textos clásicos, narrativa, traducida y traducciones. En 1985 obtuvo el Premio Rey Juan Carlos de poesía y, recientemente, ha sido distinguida con la Medalla de Plata de la Junta de Andalucía por el conjunto de su obra.
Lejos de las etapas de erotismo y memoria, de la fuerza sensual que elevó su nombre a lo más alto de los autores de la poesía de final del siglo, lejos de Los devaneos de Erato, Alevosías (Premio “La sonrisa vertical”), Deudas contraídas y tantos otros libros, Ana Rosetti dejó caer sus palabras como aldabonazos en las conciencias y recordó, afilada y certeramente, los horrores de Ciudad Juárez (México) y el forzado mutismo de las mujeres resignadas. Ese clamor pausado contra las injusticias y el terror sobrecogió la sala. Personalmente, y como escribió José Hierro en “Requiem”, sólo puedo añadir que “No he dicho a nadie/ que estuve a punto de llorar”.
Con el pecho lleno con las voces no silenciadas de estas mujeres poetas, acabó en segundo día de estas jornadas, a la espera de culminarlos con la presencia de las generaciones más jóvenes.