(Texto: Paco Velasco) La corrupción es la gran baza electoral de los votantes. Desde Galicia a Andalucía y desde Valencia a Extremadura. Qué les digo de Madrid y de Cataluña. La geografía española se representa en un mapa repleto de chinchetas rojas. No se escapa ni un metro cuadrado de suelo nacional.
Dentro del inmenso arcoíris de las mangancias políticas, la segunda en importancia por número de casos es el enchufismo. La primera, el llevárselo calentito. Uno se ha hartado de denunciar las barbaridades vistas y sentidas en el califato de Chaves y de Griñán. Porque conoce el paño edafológico y porque el roce con la gente de la región te permite una información que trasciende la ofrecida por los medios de comunicación.
La vida política es sucia. Muy sucia. No insaculo a todos pero sí destaco a numerosos dirigentes de formaciones de vanguardia. Uno confía en que los medidores de justicia impartida y los hermeneutas de la justicia rogada coincidan en la parte dispositiva de la sentencia del Palau. Y si el proceso se ha llevado adelante con todas las garantías, celebraré que los acusados reciban la condena que el código penal instituye para los sujetos convictos por este tipo de delito. Digo convictos porque de confesos, algunos.
Qué tendrán ciertos sujetos con la realeza que, sin tener sangre azul, obedecen a la llamada del privilegio y tienden a perpetuar su especie. ¿Verdad, don Pujol, don Mas, don Puigdemont?