(Texto: Juan Andivia) Nos estamos acostumbrando a todo. Una semana son las violaciones, otra los abusos y la siguiente la corrupción. Vemos aparecer en los medios a los ladrones confesos que acusan a otros ladrones presuntos, nos enseñan el rostro del maltratador, nos hablan de bulling, de maneras de ascender en el mundo del espectáculo (que es lo único que sabíamos y que no nos sorprende, como si esas personas fueran diferentes por haberse dedicado a eso que, después, nos hará tan felices), hablan de campañas, programas, educación y educación. Pero la realidad es que seguimos con nuestro humor y con nuestra indiferencia.
Cuando cae alguien de esta pequeña casa que va desde de los Pirineos a Gibraltar lloramos levemente su pérdida, o recordamos al ministerio o al organismo que corresponda que tome sus medidas; cuando cae el policía, desviamos la mirada hacia la necesidad de intervenir o no. Si la víctima es un niño, escrutamos a los maestros, sin pararnos en pensar si esa portería estaba en buen estado, si esa comida era la adecuada o si había personal suficiente. Y si los muertos, sí muertos (como los compatriotas), son mujeres y hombres negros, famélicos y desesperados la noticia no lo es o forma parte de una normalidad terrible.
Se oyen a los de siempre hablar de ahorro, sin querer acordarse de que para poder ahorrar hay que cubrir antes las necesidades básicas, nos dicen que el fondo de las pensiones se vacía, que hay más empleo, los partidos políticos se convierten en más gregarios de lo que ya eran, telecinco sigue humillando a media España, como mínimo, la banca sigue ganando y las discusiones van, a través de las portavozas, sólo sobre conceptos: presos políticos o no, sexismo lingüístico, inauguraciones, parlamentarismo inicuo, monumentos. Y censuran el arte y se nos muere Forges.
¿Qué fue de la memoria histórica? ¿Se recuperará el dinero robado por los Pujol, valencianos, Bércenas, madrileños y andaluces? ¿Existen Palestina e Irak? ¿Y Siria, qué pasa con Siria?
El dolor no tiene fronteras y la conciencia tampoco debería tenerla. Los seres humanos que nacieron en Gaza o en Damasco no son diferentes de nosotros. Es más, se cree que por allí cerca anduvo el paraíso terrenal. Pues vaya compensación, vaya castigo. Maldita manzana.
Una frase humorística es que los políticos están para arreglarnos el mundo y fijémonos adónde hemos llegado que todo lo anterior parece tópico, repetido y nada original.
Pues la peor noticia es que es que estamos en lo cierto.