(Texto: Paco Velasco) Nunca, a mis 66 años, he conocido una España tan polarizada. Jamás viví dos direcciones tan contrapuestas. En ningún momento, ni siquiera tras la matanza de Atocha, he contemplado tantas probabilidades de conflicto social bélico.
España no se devora a sí misma por un problema de lucha contra la desigualdad o contra la pobreza. En absoluto. Todo lo contrario. España se debate entre la práctica de fomentar la desigualdad (los supremacismos de unos individuos frente a otros) y la teoría de hacer creer lo contrario (mensajes envenenados de las izquierdas populistas y de las derechonas ultranacionalistas).
Y si no, calculen. Los independentistas se multiplican en las regiones ricas. Nunca en Andalucía o en Extremadura. Los sindicatos mayoritarios secundan las posiciones de los privilegiados haciéndose pasar por nuncios de sus trabajadores. Siempre en Cataluña, Baleares o País Vasco.
El vandalismo, el acoso, el escrache, el sabotaje, la coacción o la amenaza pierden su connotación de violencia y se envuelven en una incendiaria propaganda nazi de pacíficos. La corrupción conforma, acaso, la mayor concreción de estímulo de las desigualdades. Nunca benefició al pueblo llano, pero se tomó su nombre en vano: los ERE andaluces, anzuelo de clientelismo; los tantos por cientos catalanes, valencianos y madrileños, cebo de políticos sin escrúpulos y empresarios desalmados; la multiplicación de cooperativas de drogas, auténticos cárteles, en Galicia o Andalucía, coartada inicua de lucha contra el paro.
El artículo 14 de la Constitución es despreciado hasta la inconsciencia. Se reza al derecho fundamental de la igualdad para convencernos de que sin ella no hay libertad. Mentira. El poder se ha ciscado siempre en las libertades porque, antes, mucho antes, se mofó de la igualdad.
Repito: En ningún momento, ni siquiera tras la matanza de Atocha, he contemplado tantas probabilidades de conflicto social bélico.
Corolario: qué ocurrirá cuando militares (agraviados por Colau) en funciones civiles se harten de recibir denuestos en público. O cuando ciudadanos de a pie (hostigados por facinerosos) se cansen de los CDR y no pongan la otra mejilla. O en caso de que alguien (víctima de chulos callejeros) arree un sopapo a un acosador en defensa propia. O ante la probable coyuntura de que algunos dementes (profesores indecentes e indoctos del 1-O) sigan maltratando a inocentes menores hijos de la Benemérita. O, como a diferencia de Alsasua, la gente (que contempló in situ la paliza) se atreva a denunciar a los verdugos. O…