(Texto: Paco Velasco) Rajoy no se quiere enterar. Su cobarde política de dejación en Cataluña contribuye, sí o sí, a la conformación de la independencia de esa comunidad. Sí o sí. No es que esté como loco buscando un Govern indepe. Es que cuenta las horas para enterrar el maldito 155. Como perro que se sacude las pulgas. En la creencia, estúpida, de que no tendrá que reformularlo en un plazo no superior a tres meses. Hay que ser berzotas y menesteroso.
Resulta inaceptable para quienes defendemos un estado libre y seguro, en este orden, que el Gobierno de Rajoy actúe como Pilatos. Si en la vigencia del 155, la inquisición funcionarial catalanista se atreve a expedientar a un profesor barcelonés por dar clases en castellano y por rechazar como manual de Historia el panfleto impuesto por la ANC, qué atrocidades no cometerá el nuevo santo oficio una vez que Elsa Artadi se haga con las riendas, delegadas por Puigdemont, del cotarro de la Generalitat. La persecución de los judíos durante el nazismo va a ser poco en comparación con lo que vaticino.
Basta leer el manualito de narices para mesarse los cabellos hasta arrancarlos uno a uno. Según el mencionado boletín, propio de Savonarola, la España contemporánea es un país atrasado que oprime y violenta a Cataluña. Cualquiera que discrepe de la doctrina fascista de los encarcelados y de los prófugos está condenado a la represalia per saecula saeculorum. Estos indigentes morales del secesionismo tienen una hoja de ruta y, a no ser que la ley obligue a enderezar el camino torcido, van a llegar hasta el conflicto armado. Lo tienen muy claro. Rajoy debe tenerlo también. Pero es más sencillo esconder la cabeza bajo el ala. Allá el sucesor con lo que ha de venir. Que vendrá.
Rajoy está grogui, tambaleante, atontado, casi dormido. Desgobierna. Si no quiere, puede o sabe, deje su sitio a quien sepa, pueda y quiera. Elecciones ayer mejor que mañana. No puede aferrarse al cargo en nombre de la recuperación económica porque, de aquí a un año, esta recuperación será un recuerdo. Alguien me dirá que más vale el peor Rajoy que el peor Sánchez o el pésimo Iglesias. Pues sí, responderé. Pero entre uno y los otros, existen políticos con entidad suficiente para colocar a España en el lugar que merece y a los que quieren destruirla en el córner que necesitan.