(Texto: Paco Velasco) Desde los peores tiempos de la extinta UCD, no recuerdo tantos tumbos y tropezones, no fortuitos, en el PP. Cosa distinta es el PSOE. Después de la guerra fratricida comandada por Pedro Sánchez, hoy las aguas, sucias desde luego, están felizmente depositadas.
La detención del exministro Zaplana, que no va a ser sino la penúltima de una ristra de dirigentes, constituye todo un hito en el proceso degenerativo de la política de los populares. De Eduardo a José María, la distancia ha menguado. Y eso, de tan peligroso, puede resultar fatal.
La España de Rajoy no da más de sí. Se impone un cambio de siglas que arrastre al vertedero toda la corrupción acumulada durante años. El elástico se ha roto. El Gobierno ha marcado las cartas, ha eliminado a jugadores, ha defraudado a votantes y ha hecho vomitar a la sociedad. Ni pensionistas ni funcionarios ni obreros ni amas de casa ni estudiantes. Nadie está contento. Cuando se cae en el descrédito continuado, ni siquiera el incremento económico tapa el agujero negro de los mangantes.
No hay otro animal que estafe aparte del hombre. Nadie piense que el PP está en la cima de todas las corruptelas. Lo que sí cabe inferir es que ningún otro partido español ha mangado de manera tan grosera a pesar de que muchos de sus jefezuelos van de finos e ilustrados.
Avizoro tiempos tórridos para el partido de los populares. Demasiadas guerras internas no han servido sino para destapar las miserias de una organización que puede acabar como Unión de Centro Democrático. O se refunda hoy o mañana nos vamos a llevar un susto de proporciones aznaristas y mayestáticas. Son demasiados los traspiés de quienes pasean una jeta granítica y calzan zapatos carísimos.