La detención en Aljaraque de un hombre acusado por cuatro trabajadoras españolas de abusos sexuales eleva ya a tres los encargados en fincas agrícolas de Huelva cuyos casos están en los juzgados. La pregunta que todo el mundo se hace es si estamos ante unos hechos aislados o estos tres casos son la punta de un gran iceberg y son muchas más las situaciones de este tipo que se viven pero que no acaban de ver la luz.
Sea cual sea la respuesta, de lo que no cabe duda alguna es que estas denuncias están haciendo un daño de imagen, todavía reparable, al sector de los frutos rojos en Huelva, tanto a nivel nacional como internacional. Y es por tanto el sector en su conjunto el que tiene que sentarse a analizar la situación y ver de qué manera se organiza para que estos casos no se produzcan.
No basta con personarse en las denuncias interpuestas, el sector de los frutos rojos en Huelva tiene que sentarse con las administraciones para ver qué está fallando en el modelo productivo que se ha creado en esta provincia y poner cuantos medios estén a su alcance para que estas denuncias dejen de ser noticia. Y debe hacerlo por su propio bien, porque si la fresa de Huelva acaba relacionada con abusos sexuales en la mente de miles de consumidores de Europa, no tengan duda de que el consumo se resentirá. Y debe hacerse, como no, por un simple anhelo de justicia, de que nadie con un mínimo de poder trate de abusar del mismo en el eslabón más débil de la cadena.
El modelo básicamente se resume así: miles de mujeres temporeras, ya sean con contratos en origen en Marruecos, o residentes en España a través de ETT o repetidoras de otras campañas, tanto de nacionalidad española como de los países del Este, que tienen como jefes inmediatos a ‘manigeros’ de empresas de explotaciones agrarias que en su inmensa mayoría son hombres.
La relación laboral entre cientos de hombres ‘con poder’ frente a miles de mujeres que precisan de un trabajo en el campo es un cóctel explosivo a poco que unos cuantos, no hacen falta que sean muchos, desaprensivos acaben por confundir la relación laboral.
Y que conste, el problema no se soluciona de manera simplista contratando hombres, que esa podría ser una idea peregrina en la cabeza de alguien con pocas neuronas en su cabeza, o poniendo de manigeras sólo a mujeres. El problema se soluciona con información, con un torrente de información, a las trabajadoras y con la creación de cortafuegos que impidan que alguien con un mínimo poder quiera abusar de él.
Para eso, el sector se tiene que sentar con tranquilidad y analizar con expertos (psicólogos, laborales…) qué se puede hacer para que este modelo no acabe estallándonos en la cara un día y no sepamos qué ha pasado. Así pues que manos a obra, el trabajo que tiene este sector en esta materia es mucho. Cuanto antes comience mejor.