(Texto: Federico Soubrier) Resulta curioso que el 75 % del pulpo que nos comemos en España proceda de Marruecos, Mauritania y Portugal.
El bueno, el gallego, por el que les ha dado a los norteamericanos que lo pagan mejor al cambio, se ha encarecido y empieza a escasear de tal manera en su ecosistema y por tanto en el mercado que no lo veremos ni lo cataremos en el futuro.
Recuerdo aquél concepto de desarrollo sostenible que se basaba en una explotación capaz de satisfacer a las generaciones actuales sin perjudicar a las venideras. Y resulta que nuestros hijos y nuestros nietos nos la traen al paire en beneficio de intermediarios y empresarios que son los que se están lucrando mientras despedazan el planeta. Les dejaremos una herencia insostenible que estará maldita.
No respetamos ni la flora, ni la fauna, ni el agua, ni las entrañas de la tierra, estamos alcanzando tales niveles de contaminación que en los balnearios nos terminarán vendiendo aire puro con aroma a abeto fresco.
Hubo un tiempo en el que decían que una ardilla podría recorrer la península saltando de árbol en árbol, hoy al parecer lo haría de cabeza a cabeza de corruptos.
Vivimos en democracias serviles manejadas por grandes corporativas y grupos financieros a las que se venden infinidad de impresentables a los que les hemos entregado el poder estúpidamente.
Por supuesto que esto pasa por ser un problema político, pero valga de ejemplo la renovación del PP sin nadie nuevo y con la mochila vieja de los casos de corrupción en el eterno currículum para darse cuenta de que nada cambiará. Tal vez tengamos como futuro presidente del país al antiguo portavoz que justificaba la ropa sucia mientras decía en un desliz que la corrupción era la seña de identidad de su partido.
¿La solución pasa por intentar educar a las citadas generaciones venideras? A una mayoría es imposible, y de muestra un botón, si sus padres los traen a pasar el día a nuestras playas, las dejan plagadas de mierda, obviando los contenedores habilitados al efecto, y los niños presencian eso. Si la educación no comienza en casa, menuda pérdida de tiempo tiene el maestro.
A mí me queda poco pero con mucho valor, mi voto cuando haga falta y esta ventana; me sobra con conseguir que alguien reflexione, me dé la razón o no.