(Texto: María Gracia. Candidata de Podemos al Parlamento andaluz por Huelva) Se aprende a hablar antes que a leer. Los intelectuales desde siempre han confiado en la capacidad del lenguaje para reflejar el mundo y como plataforma para promover el predominio de la racionalidad. Los griegos ya entendieron que el lenguaje y el pensamiento van de la mano. Derrida dice: “La civilización occidental ha asumido que el lenguaje tiene la capacidad de reflejar el mundo nítidamente”, pero esto dista de ser evidente. La razón y el lenguaje operan con base en oposiciones binarias, esto indica que sólo hay, por naturaleza, dos figuras sexuales: lo masculino y lo femenino, que ambas figuras son interdependientes y que se encuentran en la naturaleza del ser humano.
Pero está claro que esto es cuestionable y sobre todo encubre otro problema conceptual, el haber ocultado la historia de la mujer como una historia de sometimiento. En nuestra cultura Judeo-Cristiana, la mujer ha sido configurada desde la FALTA y en un ámbito social de subordinación frente al orden del hombre. La mujer como acompañante del hombre, perdiendo autonomía propia, como algo accesorio, cuya única función se encuentra en el rol materno. Esa FALTA siempre ha sido clave en la construcción de las más grandes discriminaciones de la historia, la mujer no tiene nada, el negro no tiene color, el colonizado no tiene cultura.
El énfasis en la racionalidad, según Derrida, ha propiciado el dominio de los hombres por encima de las mujeres. La manera de liberarse del yugo opresor del patriarcado es ir a una plaza pública y empezar a pronunciar todo tipo de disparates ininteligibles o irracionales. Pues, en la medida en que nos rebelamos en contra de la racionalidad (el logos), nos estamos rebelando contra la primacía del falocentrismo.
Es necesario que se den las condiciones para que la mujer pueda hablar con la convicción de que el mundo y la vida se expresan también por su boca. Simón de Beauvoir dice: “Cuando, por fin le sea posible a todo ser humano colocar su orgullo más allá de la diferencia sexual, en la difícil gloria de su libre existencia, solamente entonces podrá la mujer confundir su historia, sus problemas, sus dudas y esperanzas con los de la Humanidad…En tanto que tenga que seguir luchando para convertirse en un ser humano, no podrá ser creadora”
Es prioritario elaborar nuevas formas de expresión, que logren crear un nuevo lenguaje de igualdad, en el que participen hombres y mujeres, pero no mujeres contra hombres. Este lenguaje está por inventar, tendrá que abordar los problemas desde la perspectiva de lo que nos es común, pues si el miedo, la dependencia, la opresión ,etc, son problemas de todos, ¿por qué hay que verlos solo desde la diferencia?. El lenguaje de la igualdad es necesario para acercarnos y junto con el lenguaje de la diferencia, sean necesarios para conocernos y comprendernos. Con formas de expresión para especificidad de la experiencia femenina, esa experiencia que ha permanecido muda durante tantos siglos, estas nuevas formas de expresión que posibiliten la comunicación es abrir la puerta a la esperanza que lleva siglos cerrada a cal y canto.
Foucault dice que: “El poder se manifiesta como en ningún otro lugar, se plasma tanto como en el discurso, la palabra crea verdad y la verdad determina un orden, por eso el que maneja el saber ejerce el poder”. El poder está siempre presente, en toda relación en la que uno trate de dirigir la conducta del otro, pero el poder no solo reprime sino que produce sentido. Mantiene una relación esencial con el saber y por ello con la verdad y nosotros los sujetos estamos sujetados a esos dispositivos de saber que nos constituyen como tales.
Hagamos por ello una fuerte resistencia al poder de la RAE, que ante la demanda de cambio de conceptos como los de sexo débil y sexo fuerte, la RAE respondió añadiendo unas marcas para aclarar que la primera se utiliza «con intención despectiva o discriminatoria» y la segunda con «sentido irónico». Pero olvidamos que la presencia de una acepción no significa que se recomiende su utilización y el trabajo de la RAE y sus académicos —compuesto actualmente por 37 hombres y 8 mujeres— no consiste en inventarse las definiciones de los términos que aparecen en el diccionario, sino en recoger los usos con los que los emplean los hablantes.
¡Académicos que desde sus poltronas conservadoras dicen recoger los usos cotidianos que emplean los hablantes! Pues bien describamos los que estos académicos certifican como definición de las palabras ¡QUE ELLOS MISMOS NORMALIZAN!
Femenino: «débil, endeble». Masculino: «varonil, enérgico». Sí, has leído bien. Sí, seguimos estando en el siglo XXI. Y sí, definiciones como estas seguían estando presentes en el Diccionario de la Lengua Española hasta hace cuatro años.
En las últimas semanas, las redes sociales volvieron a arder con una de las acepciones admite la Real Academia Española del adjetivo fácil: «Dicho especialmente de una mujer. Que se presta sin problemas a mantener relaciones sexuales». Y no es, ni de lejos, la única palabra que denota machismo en nuestra lengua a día de hoy.
- Sexo débil: «1. m. Conjunto de las mujeres».
- Sexo fuerte: «1. m. Conjunto de los varones».
- Cocinillas: «1. m. coloq. Esp. Hombre que se entromete en las tareas domésticas, especialmente en las de cocina».
- Hombre público: «1. m. Hombre que tiene presencia e influjo en la vida social».
- Mujer pública: «1. f. Prostituta».
- Hombre de la calle: «1. m. Persona normal y corriente».
- Mujer de la calle: «2. f. Prostituta que busca a sus clientes en la calle».
- Zorro: Persona muy taimada, astuta y solapada
- Zorra: Prostituta
Si se asume que la mayoría de los 37 académicos justifican con su trabajo estas definiciones, las 8 académicas han logrado romper el techo de cristal que con gran esfuerzo, trabajo, sabiduría para salvar los obstáculos puestos por parte de los hombres, llegar al puesto de honor que ostentan. ¿Se ha oído alguna manifestación pública de estas académicas con respecto al rechazo que le producen COMO MUJER estas definiciones insultantes?