(Texto: Juan Andivia) Hace días, en la primera entrega, me refería a JoséLuis Tejada como uno de esos poetas que, si no olvidados, no alcanzan la importancia que requiere su obra. Y comentaba que, si no es por iniciativas personales, se van acercando a un inmenso baúl, lleno de nombres y buena poesía, destinado al ostracismo.
En la bibliografía de esa época, encuentro dos obras de un estudioso de prestigio, editadas por Guadarrama y Cátedra, en las que tampoco aparece. Y eso que el antólogo era de Algeciras, o quizá por eso.
Naturalmente, internet lo cambia todo, hay desde un sitio personal: www.poeta-joseluistejada.org/, hasta muchas entradas en otras webs, aunque si lo buscamos por la generación de los 50 tampoco lo incluyen.
Creo que es justo dedicarle a este poeta una atención mayor, como se viene haciendo ahora con la reaparición de su Razón de ser.
Pero lo de la mala memoria de los pueblos tiene que ver con dejar la gestión cultural en manos de ineptos, relacionar la calidad con la ideología, subvencionar a los amigos, dejarse convencer en vez de buscar a los capaces y, sobre todo, con estar en el momento oportuno y el lugar oportunos. Y con la valentía.
Miguel Hernández se fue a Madrid y conoció a Pablo Neruda, Lorca estuvo en la Residencia de estudiantes, aunque queremos pensar que sus obras hubieran destacado de todas formas, pero los poetas que mencioné, especialmente los de Huelva, se quedaron en sus ámbitos, escribieron y, “como Lázaro” esperan esa justicia o esa generosidad que no aparecen. No ocurrió así con Elena Martín Vivaldi, que fue nombrada Hija predilecta de Granada, ni con Garcia Copado, que fue muy respetado en los círculos hispanistas Nueva York, aunque no creo que se conozcan bien en sus propias localidades.
Los Jesús Arcensio, Rogelio Buendía, JoséMª Morón, Paco Garfias y muchos más han sido estudiados ocasionalmente y publicadas sus obras con mayor o menor esmero. Sé que en la universidad onubense hay un registro de autores, aunque con los vivos no haya demasiado interés. De todas formas, mi propuesta no es únicamente dotar a las estanterías de volúmenes, ni siquiera al servicio de publicaciones, sino encauzar un proyecto periódico, interdisciplinar, cansino. para que estos autores se conozcan.
No parece muy normal que se recuerden las humoradas de Campoamor, asturiano de nacimiento y no el libro que tiene por título este primer verso: “Si amanece mientras caminas / da gracias a la luz por los estorninos del alba / y los juncos mojados, por los ánsares./ Tus pies conocen cuanto tus ojos miran,/ mientras el mar te llega,/ cantando, de la noche.”, de mi querido amigo, poeta hasta los huesos, Juan Drago.