(Paco Velasco) Escribí, hace apenas un mes, un artículo de opinión (“Traditori/Traduttori”), en el que ponía de relieve que “La idea del traductor como traidor, por ineficiencia, por ignorancia, por maldad o por otras razones, está más que presente cuando se traslada un escrito de la jurisdicción de un país a otro de distinto idioma”.
Pues bien: acabo de leer que el señor Boye, letrado de algunos de los huidos de la justicia española, anda cabreado con el traductor al francés de la demanda civil interpuesta contra el magistrado Llarena. El colega, al que respeto lo debido pero del que discrepo lo pagado, se ha indignado –acaso encolerizado- con ese traductor porque el hombre ha traicionado el subconsciente –o el consciente, que vaya usted a saber- que sobrevuela todo el texto contra el juez del Supremo. No digo que Boye haya falseado. Carezco de pruebas. De tenerlas, la que podría caerle al ex colaborador de ETA.
Claro, entre atribuir al señor Llarena “si es que esto es así” y traducir “sí, esto es así”, hay un océano de mentira, de manipulación y de desvergüenza que induce al juez belga a resolver en posible fraude procesal. Que el señor Boye quiere culpar del desliz al traductor, es muy libre. No me creo lo del error. Lo mismo de libre que para pasarse decenas de pueblos con tal de dar una mínima verosimilitud a su negocio jurídico de cargarse la imparcialidad y el prestigio del señor Llarena. Es muy fuerte convertir, adrede, un condicional por una expresión concluyente. Muy fuerte y muy ladina. Y más que ladina, canalla y preñada de mala fe. Y especialmente cobarde el considerar un error, imputable al traductor, tamaña y vergonzante manipulación del lenguaje empleado.
Cuántas guarradas jurídicas han sido cometidas por la modificación de una sola frase. “No te puedo ver”, contestó el testigo. -¿Lo ve, Señoría?, repuso el abogado de contrario alimentando la acepción de aborrecimiento al sujeto sin precisar que la imposibilidad de ver obedecía a un hecho físico como la oscuridad, la ceguera, la columna interpuesta y un largo etcétera.
Ay Puigdemont, Puigdemont, que te han pillado con las manos de Boyé en la lengua del traductor. Un saludo para Vd., doña Lola Delgado, excelentísima ministra de (In) Justicia del solapado Gobierno de Don Pedro Sánchez, que Dios guarde pero que lo guarde en país distinto.