Nostradamus no se atrevería a profetizar este suceso. En una región azotada por el retraso industrial y tecnológico, el paro bestial continúa en la cumbre de la inopia económica. El desempleo andaluz sólo puede ser atribuible a las mesnadas susanistas. Pues bien: si los votantes vuelven a entregar a la señora Díaz las llaves de San Telmo, la papeleta depositada en las urnas constituirá la prueba de cargo de la no inocencia, o de la desgana, o de la ignorancia, o del sinsentido, del pueblo andaluz.

A mayor tasa de paro, mayor incremento del apoyo al populismo partidista. Psoe y Podemos echan las redes en el caladero de la miseria económica que padecen, límbicos, cientos de miles de ciudadanos al sur de Despeñaperros, especialmente en las áreas rurales de Huelva, Cádiz y Córdoba. La derecha, sin embargo, inocente por obviedad del desastre económico de esta comunidad autónoma, lejos de proponer soluciones factibles, se enzarza en un discurso bizantino de dimes y diretes.

El mensaje de hoy no pasa por el piso de la comunicación. En absoluto. La realidad se ha instalado en el ático de la plena transmisión. En el pregón. El político que no pregona, clama en el desierto de su inanidad pública. De ahí que el sistema límbico implique al cerebro de los andaluces en sus emociones, en su hambre o en su sexualidad. Y téngase en cuenta la expresión “tras cada pregón, azote”, esto es, zahiérase a quien quiera beber después de cada bocado.

Por eso, lo de Gibraltar español dicho por Sánchez y rubricado por Susana, es el mayor pregón a la deshonestidad y a la estafa. Todos los votantes entendemos quiénes son estos embaucadores.