(Firma: Paco Velasco) A punto de voltear las campanas que anuncian el final de 2018, rompo mi descanso vacacional y escribo unas breves líneas sobre florecillas. A un paso de recibir a 2019, echo la machadiana vista atrás y veo la senda que, sí o sí, se ha de volver a pisar. Por eso, pienso en florecillas.
Nada me importan las caras pero los caras me hieren el ánimo y me desdibujan la sonrisa. Aspiro a restaurar mi equilibrio emocional seguramente descompensado, ligeramente perdido en estos días de incierta holganza. Persigo compensar el peso del mal que me parte el espinazo con el bien que ahuyenta odios ajenos. Acaso por ello, me disguste muy especialmente la perversión de quienes se erigen en santones para condenar a otros al Hades de la lepra política.
En otras palabras, no acepto que Sánchez -que vive a lo Trump- descalifique al norteamericano cuando su ego delata la ambición capitalista del presidente okupa. Es más: desprecio a los histriónicos fachas izquierdosos de Galapagar que ansían excluir de la esfera democrática a la derecha de la derecha. Y qué decir sobre la galopante vulgaridad de Susana apelando, ella, por favor, ella, al pacto vergonzante con el partido de Abascal.
El antisfascista fascista (sic) italiano Cesare Pavese ya lo expresó magistralmente antes de suicidarse: “Todo arte es un problema de equilibrio entre dos opuestos”. Pues bien: la política española actual se halla tan basculada a la ultra izquierda de Podemos y al anticonstitucionalismo de Puigdemont y de Otegi, que la irrupción de Vox no consigue sino nivelar mínimamente la vergencia de nuestros políticos hacia el caos. O los españoles centramos al Psoe, o la firmeza abandonará el suelo que pisamos.
VOX es una florecilla asilvestrada. PODEMOS, ERC, BILDU, son plantas carnívoras, tipo drosera rotundifolia.