9 octubre 2024

VENTANA DEL AIRE: La cuerda de la casa

(Firma: Juan Andivia Gómez) Mi hija dice que por qué no veo “Juegos de Tronos”, que seguro que me iba a gustar. Y le digo que sí, que probablemente me gustaría, pero entonces cuándo leo, cuándo escribo, cuándo voy a ver una película o una obra de teatro o danza; cuándo voy a la playa y me quedo quieto mirando el mar, o el cielo; cuándo paseo por la calle, fabulando una historia que jamás escribiré; cuándo me tomo un café viendo pasar a la gente, sin más; o me busco una casa nueva, con jardín y aire, como entretenimiento, o pienso en cambiar el coche. O veo y oigo los informativos. ¿Cuándo?

Es que las series también son todo eso, no me dice, pero piensa.

La conclusión es que somos lo que hacemos cuando podemos elegir, cuando tenemos eso que se ha llamado ocio. Igual que a mí no me caben las series en mi tiempo libre, otras personas ajustando, recortando, planificándose de manera distinta, pueden abarcar más de lo que yo abarco. Esa es su forma de ser, la mía está desorganizada a mi manera.

Aunque hay varios factores comunes en todos los comportamientos y es que el ser humano necesita de la fantasía, porque es el único espacio personal libre de inhibiciones, un grado superior de la imaginación, que es como la define el DRAE en su cuarta acepción; y porque con la realidad únicamente no hay quien sobreviva; y porque nos merecemos soñar con quienes nos gustaría ser, con quiénes y dónde nos gustaría estar. Porque es “la loca de la casa”, que dijo Santa Teresa.

Y lo es tanto, loca perdida, que Pérez Galdós, en 1892, le dedicó uno de sus libros espirituales, con el mismo título; y en 2017, Rosa Montero, una novela.

Hacer deporte, ver programas de tv, jugar con aparatos electrónicos, salir con los amigos, escuchar música, participar en eventos colectivos, ser solidario, partidario, afiliado, socio, estar callado, todo, todo es lo que elegimos, cuando nos dejan elegir; y eso es lo que nos define, lo que somos en realidad.

Cada cual se organiza como quiere, como puede, como le exigen y como sabe. No es mejor embutirse en unas mallas, o seguir a un equipo deportivo, que enamorarse de un libro, aunque algunos clasistas, que no saben que lo son, pregonen las diferencias. Otra cuestión es el beneficio que puede reportar una cosa u otra y quienes se convierten en sus beneficiarios.

La loca de la casa no es la imaginación creadora, sino la «tarabilla de molino» (Teresa de Jesús) que nos distrae, es decir, todo lo anterior, y nos impide centrarnos, concentrarnos en nosotros mismos, en saber quienes somos, lejos de todo ese ruido de imágenes, parafernalia y demás.

Y porque no sabemos nada de nosotros mismos, porque no nos interesa, porque no nos atrevemos, o porque ni siquiera habíamos pensado en que somos de alguna manera distinta a la que nos dicen los demás y nos ha convenido creer, la fantasía nos envuelve, nos agota y nos sofoca.

Mientras, la cuerda de la casa, el yo sereno, desnudo y auténtico sigue arropado, pleno, con lo que probablemente no necesitamos.

No llevaba ninguna razón en la respuesta que le di a mi hija, si no veo series habitualmente es, sencillamente, porque no quiero; y así es como soy, aunque creo que voy a empezar a organizarme mejor.

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