(Firma: Javier García Baquero) Segunda de colombinas. Toros de Torrealta de correcta presentación y poco juego. Los mejores, el nobilísimo segundo y el quinto, que tuvo la suerte de caer en manos de un muy entonado Miguel Angel Perera. El primero inválido, el tercero con poca clase, el cuarto comprenda y el sexto entre manso burriciego y de mala condición. Cumbre en lidia y en banderillas Javier Ambel y Curro Javier, se desmonteraron ambos junto al tercero de su cuadrilla, Vicente Herrera. Cayetano portaba un brazalete negro, como toda la temporada, en recuerdo a Fernando Domecq.
Y lleva Juli tres temporadas sin triunfar en Huelva. Esa rareza en la rectoría del torero hizo que se despidiese de la plaza enrabietado. Con la rabia de su condición indiscutible de primera figura del toreo de las dos últimas décadas. A su primero, inválido, apenas pudo mantenerlo en pie. Con ese material poco pudo hacer más que llevarse la ovación a su profesionalidad. El cuarto era un prenda de colores, injertan vestida, muy vivo de cara, acordándose lo que dejaba atrás, encastado y con movilidad peligrosa. Sacó su raza de gran lidiador y entre atragantones, enganchones y mucha verdad cuajó faena de mucho pelito pero de poca vistosidad.
Nos tiene acostumbrados Perera a remontar temporada en Huelva, otra vez muy fácil, muy suelto, innovando. Fresquísimo delante de la cara del toro y con mucha conexión con una Huelva que le tocó por las palmas de la tierra en sus dos triunfales vueltas al ruedo, con cuatro orejas ante dos toros de distinta condición pero a los que sometió con su clásico poder. Al noble segundo lo vimos torear con un gusto que nunca lo habíamos conocido. Al complicado quinto dijo que mandaba desde los primeros lances y remató ambos toros con dos estocadas fulminantes que ayudaron a conseguir los máximos trofeos al extremeño, qué brindó la muerte de su segundo astado al rejoneador onubense Andrés Romero.
Cayetano se aburrió con el segundo, un toro con la cara siempre muy arriba y que hasta que no le dio un tantarantán no fue capaz de conectar con el público. Mató mal, muy mal. El sexto salió asustándose de las sombras, con cosas como de estar toreado, huía de los banderilleros, como de ser manso, como de no ver bien… Un regalito. Ahí sacó el torero que sustituía a Roca Rey, la raza de los Paquirri y de los Ordóñez, brindó al público se descalzo en intentó una faena que era imposible. Bien la presidencia cambiando el tercio, ante la imposibilidad y la peligrosidad de dejar prendido los rehiletes en los lomos del prenda. Y otra vez se atragantó con la tizona.